La casa de convalescencia.indd - Ediciones B

tará, de todos modos. —Aquí Sunny deja la pluma y une las
manos sobre el mantel—. Lo más importante, Julia, es que tengo
que hacerle un reconocimiento rápido, ahora, para completar
las notas que enviaré al médico antes de su visita de mañana.
Y Sunny sonríe plácidamente.
Julia no se mueve; éste no es el desenlace que esperaba.
—Vamos. —Sunny se levanta de la silla y señala la cama mientras
se acerca a la puerta, para cerrarla del todo—. Sólo súbase la
enagua, no tiene que desnudarse del todo.
—¿Qué —exclama Julia, sin moverse—. ¿Va a mirarme las
partes íntimas ¿Ahora
—Su vagina, sí. Levántese y muéstreme su vagina.
Sunny se detiene, la mano en la manija. Los ojos de Julia van
de Sunny a la puerta, considera el pasillo del otro lado, considera,
qué duda cabe, la cercanía de la enfermera Todd y si no será
más sencillo y menos humillante rendirse sin más. Una auxiliar
cruza el pasillo y Sunny la detiene con una palabra.
—No se preocupe, Julia. No me repugnará. Veo esto continuamente
—dice Sunny, aguardando—. Para mí todo es puramente
teórico. No lo olvide.
La auxiliar le tiende una bandeja de reconocimiento esterilizada
y Sunny cierra la puerta.
Y eso es todo lo que será, sólo un rápido vistazo, muy informal,
lo menos invasivo posible, dadas las circunstancias. Pero el
reconocimiento prueba que Sunny no se anda con tonterías y
subraya que tiene el suficiente peso en la institución para que,
al menos allí, en la planta, cuando dé instrucciones, Julia deba
acatarlas.
—No veo lo que ha descrito.
Mientras se vuelve para quitarse los guantes es pragmática
y cortés, como ha sido en todo momento, y éste será el tono
ahora entre ellas.
—En cualquier caso, puede curarse —añade.
Julia se incorpora, se coloca la enagua, quizá dispuesta a dar
una respuesta sarcástica, pero siente una curiosidad demasiado
genuina para seguir por ese camino.
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