La casa de convalescencia.indd - Ediciones B

—He escuchado historias parecidas antes; muchas veces. No
se avergüence.
—No estoy avergonzada. Creo que usted lo está más que yo.
—No estoy avergonzada en absoluto; pero usted lo estaba,
al principio.
—Intentaba suavizar la impresión, por usted.
—¿Por mí —Y Sunny no ríe, pero sí sonríe, y la sonrisa significa:
«Como prometí, no me has escandalizado.»
—Sí, por usted —insiste Julia—. Supongo que le será embarazoso,
escuchar las vidas privadas de las personas normales.
No es justo que tenga que escuchar, una y otra vez, que otras
mujeres hablen de sus costumbres conyugales y lo que hacen
en la cama con sus maridos. ¿Cómo puede soportar la felicidad
de los demás
—Hay mucha infelicidad, también —responde Sunny, con
una aparente indiferencia que hace que Julia cierre el pico y permanezca
sentada, sorbiéndose la dentadura.
—Era joven cuando me casé con él —dije Julia, tanteando el
terreno—. Mucho más joven que usted ahora. Pero a esa edad,
usted estaba en la escuela, durmiendo en una residencia de estudiantes.
Seguramente nunca llegó a saber nada de sexo, salvo lo
que salía en sus libros de enfermería. Quiero decir que todo es
puramente teórico para usted, diría yo.
Quizás hay aquí una leve modificación, mientras Sunny
sonríe, reconociendo formalmente que Julia la está provocando
e intentando... ¿qué ¿Ofenderla ¿Meter el dedo en la llaga
—Sunny —prosigue Julia, y el sonido de su nombre de pila
en boca de Julia es inesperadamente inadecuado—. Espero que
no se lo tome a mal, pero no estoy segura de lo que sabe de estos
asuntos; quizá no debería hablar con usted, quizá tendría que
hablar con otra persona, porque veo que seguramente... supongo
que está usted... ¿intacta
La sonrisa de Julia no es más que una boca un poco abierta
sobre un labio un poco flácido, y dos ojos expectantes, sucios.
¿Hay un modo adecuado de responder a una mujer tan maleducada
como Julia Sunny podría contestar a esta pregunta ras-
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