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La casa de convalescencia.indd - Ediciones B

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quizás están solas; no enfermas, sino solas. A menudo vienen <strong>de</strong><br />

distantes pueblos ma<strong>de</strong>reros, y no siempre <strong>de</strong>sean volver.<br />

«Ah, qué tonta soy», pensó Sunny; había creído que la directora<br />

le hablaba personalmente <strong>de</strong> su nueva vida, <strong>de</strong> sus nuevas<br />

funciones, <strong>de</strong> establecerse, <strong>de</strong> la posibilidad <strong>de</strong> entablar amista<strong>de</strong>s,<br />

y no <strong>de</strong> las dificulta<strong>de</strong>s que arrastraban consigo esas esposas<br />

<strong>de</strong> la industria ma<strong>de</strong>rera.<br />

Daba igual; a Sunny no le importaba si se adaptaría a los<br />

<strong>de</strong>más, porque tendría un pequeño apartamento propio don<strong>de</strong><br />

pasar las noches, un dormitorio, una sala, un cuarto <strong>de</strong> baño; sus<br />

días y sus noches serían por fin tan distintos como las caras, iluminada<br />

y oscura, <strong>de</strong> la luna. Cruza la escalera, el umbral, cierra la<br />

puerta. El tiempo estaría dividido y la privacidad sería respetada.<br />

Años <strong>de</strong>spués, entre las tareas que Sunny <strong>de</strong>be realizar por<br />

la tar<strong>de</strong> está aten<strong>de</strong>r a la recién llegada, la señora Dey —es <strong>de</strong>cir,<br />

Julia—, que pasará una temporada en la habitación 527 <strong>de</strong> la última<br />

planta, la <strong>de</strong> Sunny, entre reconfortantes pare<strong>de</strong>s satinadas<br />

don<strong>de</strong> todo es ver<strong>de</strong> y azul, don<strong>de</strong> las cortinas invitan a mirar<br />

fuera, los pinos, y arriba, el inicio <strong>de</strong> los agrestes afloramientos<br />

rocosos que se extien<strong>de</strong>n hasta la lejana orilla <strong>de</strong>l agua. Encuentra<br />

a Julia sentada en una <strong>de</strong> las dos sillas que hay junto a la ventana;<br />

ha vuelto a dormirse y al <strong>de</strong>spertar se ha encontrado sola, con<br />

los brazos entumecidos y acalambrados. <strong>La</strong> cama sin sábanas<br />

muestra indicios <strong>de</strong> su forcejeo al levantarse.<br />

Sunny da unos golpecitos en la puerta.<br />

—¿Señora Dey<br />

Julia vuelve hacia ella una mirada inexpresiva, parece; pero<br />

Sunny es muy consciente, por supuesto, <strong>de</strong> que está evalúandola.<br />

En el primer encuentro, las nuevas pacientes <strong>de</strong> la última<br />

planta suelen mirarla a la cara, como dictan los buenos modales,<br />

pero no se concentran en nada <strong>de</strong> lo que Sunny dice hasta <strong>de</strong>spués<br />

<strong>de</strong> repasar su aspecto —uniforme, zapatos, atributos naturales,<br />

incluida la belleza, o su ausencia—, creyendo que Sunny<br />

no repara en ello. Si son educadas, intentan hacerlo sin mover los<br />

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