La casa de convalescencia.indd - Ediciones B

Julia preferiría no responder. Pero sí, problemas de ésos.
—¿Problemas para ir de vientre
—No pienso responder.
—¿Una sensación de plenitud, como de tener un bulto entre
las piernas
No más, no más preguntas.
—Me lo imaginaba. Este dispositivo la librará de esa presión,
lo pondrá todo en su sitio y no se volverá a sentir así nunca
más.
—¿Va sujeto
—No, no se sujeta a nada y se puede quitar, pero usted no
tiene que hacer nada, sólo cambiarlo cada pocos meses. Muy
pronto olvidará que está ahí.
—Y cree que seré capaz de... —dice Julia, pero no acaba la
frase.
—Se sentirá mucho mejor —repite Sunny.
—¿Y podré pasear sin sentirme incómoda
—Así es. Pasado cierto tiempo, ni lo notará.
Después de comprobar que la puerta está bien cerrada, por
motivos de intimidad, Sunny abre el estuche que ha traído; lo
abre y permite que Julia vea el inofensivo, casi alegre, anillo
rojo de goma, que le recuerda a un anzuelo romo de hierro.
—Éste no es para usted. El médico le tomará medidas y le
enseñará a insertarse el que le dará. Yo sólo le explico lo que
tiene que esperar, después hablaremos de higiene (las duchas
de alumbre, por ejemplo) y de cualquier otra cosa que quiera
saber.
Julia mira el artilugio con asco, aunque también con una evidente
fascinación. Ahora otra parte de su problema, del que se ha
hablado racionalmente aquí, en la limpia habitación azul, empieza
a perder su carga de secretismo.
—¿Qué más debo esperar ¿Soy la peor que ha visto
Sunny sabe que algunas se quedarían más tranquilas si la
respuesta fuese afirmativa.
—No. Le aseguro que no lo es —responde.
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