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La casa de convalescencia.indd - Ediciones B

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<strong>La</strong> directora <strong>de</strong> enfermería, que en una institución más tradicional,<br />

más jerárquica, más victoriana, se habría <strong>de</strong>nominado<br />

matron, a la antigua usanza, había sido muy directa con Sunny<br />

Taylor, sumamente directa, para los criterios finlan<strong>de</strong>ses <strong>de</strong>l<br />

momento:<br />

—Lo que queremos es que sea una enfermera competente, y<br />

también paciente. Pue<strong>de</strong> que la irriten. Debo advertírselo.<br />

—Bien —había respondido Sunny, serena, vestida <strong>de</strong> blanco<br />

y azul. Tenía una frente agradable y un nacimiento <strong>de</strong>l pelo<br />

perfecto, sutiles venas ver<strong>de</strong>s en las sienes, bonitas cejas y muy<br />

buen cutis, todo muy tranquilizador, todo impecable. Con el<br />

alfiler <strong>de</strong> su colegio y el emblema esmaltado <strong>de</strong> enfermera pulcramente<br />

prendidos en el cierre <strong>de</strong>l cuello.<br />

—Y sentido común, porque notará el aislamiento. Veo que<br />

ha trabajado como enfermera particular.<br />

—En efecto —respondió Sunny, las piernas tranquilamente<br />

cruzadas a la altura <strong>de</strong> los tobillos, sin exten<strong>de</strong>rse en esos<br />

años <strong>de</strong> turnos <strong>de</strong> veinticuatro horas en hogares y dormitorios,<br />

esos años que otras no hubieran querido, con sueldos malos y<br />

arbitrarios y sueños ligeros en butacas, en las cabeceras <strong>de</strong> las<br />

camas, transacciones monetarias que la introducían en las vidas<br />

<strong>de</strong> personas siempre <strong>de</strong>scontentas <strong>de</strong> necesitar a una enfermera.<br />

Descontentas con ella, porque constituía la prueba <strong>de</strong> que alguien<br />

pa<strong>de</strong>cía una dolencia.<br />

Pero la directora <strong>de</strong> enfermería es lo bastante perspicaz para<br />

saber que algunas tienen sus razones para elegir esa clase <strong>de</strong><br />

vida. No hace que Sunny le hable con lujo <strong>de</strong> <strong>de</strong>talle <strong>de</strong> esos<br />

años <strong>de</strong> vérselas con armarios llenos <strong>de</strong> vendas hechas con trozos<br />

<strong>de</strong> toallas viejas y nauseabundo olor a ternera y col proce<strong>de</strong>nte<br />

<strong>de</strong>l extremo opuesto <strong>de</strong>l pasillo. Se imagina a Sunny, con<br />

el uniforme limpio y el <strong>de</strong>lantal blanqueado, la pulcra cofia bien<br />

sujeta, entrando en <strong>casa</strong>s particulares para airear las sábanas,<br />

cambiar los apósitos, recolocar extremida<strong>de</strong>s sudorosas, reemplazar<br />

compresas, acomodar las almohadas y luego dormitar en<br />

la silla; <strong>de</strong>spertar agarrotada y cambiar nuevamente los apósitos<br />

antes <strong>de</strong> volver a <strong>casa</strong>, probablemente a realizar las mismas ta-<br />

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