La casa de convalescencia.indd - Ediciones B

trera con irritación, con enfado, pero seguramente eso es lo que
Julia espera, convertir este diálogo en algo personal y repulsivo,
aunque Sunny no caerá, no reconocerá que la está provocando ni
confirmará en modo alguno que sí, en efecto, el comportamiento
de Julia es lamentable, y sí, de hecho Julia hace bien en aborrecer
algunas de sus partes, porque es aborrecible. Porque, sin duda,
el aborrecimiento que siente hacia sí misma es la causa de esta
conversación. O bien Sunny podría desestimar la pregunta con
ecuanimidad y un métase-en-sus-asuntos, dejando a Julia quizás
algo frustrada, pero también, qué duda cabe, satisfecha con el
desaire. Pero Sunny es profesional y objetiva, por lo que se limita
a sonreír, una vez más.
—Ha tenido una vida interesante —dice con amabilidad—,
no hagamos demasiado hincapié en su desgracia.
La nariz de Julia se arruga y sus dientes aparecen brevemente
en la boca como los de un perro irritado; arriba, las narinas se
dilatan involuntariamente.
—¿Por qué no
—Porque ahora podemos abordarlo de un modo práctico,
en lugar dar al asunto un cariz demasiado emocional. Su marido
estaba en lo cierto, usted podría haberse infectado mucho
antes de sentirse enferma, quizás años antes. Nunca lo sabrá
con certeza. Pero seis u ocho semanas de incubación es lo normal,
cuando se contagia mediante una lesión sexual. Dígame
otra vez cuándo se infectó. ¿Cuánto tiempo hace
—Fue hace años. Ya se lo he dicho.
—¿Cuántos Aunque sea aproximado.
—No lo sé. Treinta años.
—¿Y sigue activo
A Julia se le mueven los músculos de la cara.
—Lo noto. A veces —responde.
—Así que aún lo tiene —dice Sunny, tomando otra nota.
—Quite eso. No he dicho que ahora esté enferma.
—Sí que lo ha hecho. Y no puedo eliminarlo. Estas notas
son como documentos legales. Puedo tachar ciertas partes, pero
no borrarlas una vez que las he escrito. Muy pronto no impor-
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