La casa de convalescencia.indd - Ediciones B

polvo en el largo y negro cabello. Mojará y frotará con cuidado
el cuero cabelludo sucio y descuidado, tanteando por si hay esquirlas
escondidas.
Éste es aún el primer día, a fin de cuentas, y ha sido un día
largo. Los ojos se le cierran y empiezan a humedecerse mientras
Sunny le aclara el cabello. La sostiene cuando sale de la bañera,
la envuelve en una gran toalla blanca y la ayuda a ponerse un
camisón de algodón del hospital. La acuesta en la cama con una
lámpara de calor encima del cabello peinado y magníficamente
extendido tras ella, en una segunda almohada.
Julia tiene los pies pálidos y arrugados por el efecto emoliente
del agua y Sunny también podría, porque de todos modos
alguien tendrá que hacerlo, también podría encargarse de la
pedicura inicial, de manera que dobla otra vez la manta y desliza
una toalla bajo los pies de Julia. Ahora Julia está cansada, demasiado
cansada para resistirse cuando Sunny le pasa la cuchilla
por los talones y los duros callos, pelando tiras de piel muerta
que forman una montaña de mustias virutas amarillas. Después
frota con bálsamo las plantas sensibles y tiernas, mientras Julia
se esfuerza en no dar un respingo, ni mucho menos una patada.
En esta latitud aún hay luz diurna y Sunny baja el estor negro
de verano. Julia tiene ahora otro aspecto. Limpia y preparada.
Aunque se le cierran los ojos, observa a Sunny, que apaga la
luz y cierra suavemente la puerta.
Sunny se detiene en la sala para indicar a la enfermera Todd
que recoja después la lámpara de calor.
—El agua fría habría sido más que suficiente —dice la enfermera
Todd, lo bastante alto para que Sunny la oiga, pero no lo
suficiente para esperar una respuesta.
—Es una mujer difícil —dice Sunny—. No lo fomente.
La risa de la enfermera Todd es un sonido superficial y desdeñoso.
—No se preocupe. No pueden fastidiarme.
—Usted se rebaja, si permite que lo hagan.
—Lo sé.
La enfermera Todd repite:
— 44 —