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La casa de convalescencia.indd - Ediciones B

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por ser inconcebible. Se mantenía rígida, intentaba no moverse<br />

en absoluto. Le dolía la espalda <strong>de</strong> forma sorda y constante y, <strong>de</strong><br />

pronto, inesperadamente, sufrió un acceso <strong>de</strong> fiebre. No podía<br />

sostener una pluma, un tenedor, <strong>de</strong>bido a sus manos húmedas<br />

y torpes.<br />

Tomó una aspirina y se acostó. Despertó varias veces en la<br />

oscuridad, con el camisón pesado y caliente, totalmente empapado;<br />

la primera noche se lo tuvo que cambiar dos veces, ardiente<br />

el que se quitaba y helado el que se ponía. Por la mañana tenía<br />

los ganglios inflamados, no sólo en la garganta, sino también en<br />

las ingles, se henchían por <strong>de</strong>ntro, y también en las axilas. Podía<br />

palparlos, algo más pequeños que los huevos <strong>de</strong> codorniz, dolorosos<br />

y persistentes.<br />

El señor Dey sugirió que tenía la gripe. <strong>La</strong> carne entre sus<br />

piernas empezó a hincharse, algo que nunca logrará <strong>de</strong>scribir<br />

fielmente. Ahora confiesa a Sunny que no soportaba mirar. Pero<br />

sigue <strong>de</strong>scribiéndose con <strong>de</strong>talles <strong>de</strong>sagradables y técnicos, carne<br />

color sangre, supurante y caliente, que se pegaba dolorosamente<br />

a la tela <strong>de</strong> su ropa interior haciendo que <strong>de</strong>sease, <strong>de</strong> un modo<br />

vago y difuso, estar muerta.<br />

Aquí Julia se <strong>de</strong>tiene; se inclina sobre los hombros, con los<br />

<strong>de</strong>dos entrelazados, y mira a Sunny por <strong>de</strong>bajo <strong>de</strong> las pestañas.<br />

—No escriba eso. Es sólo una expresión.<br />

—Lo comprendo. Siga.<br />

Sufría dolor agudo, calambres, escalofríos y quemazón en la<br />

parte trasera <strong>de</strong> los muslos cuando estaba <strong>de</strong> pie y luego también<br />

<strong>de</strong> sentada, y sólo quería quedarse en <strong>casa</strong>, en la cama, quería<br />

dormir y seguir dormida todo el tiempo que hiciese falta,<br />

hasta que el problema hubiese <strong>de</strong>saparecido.<br />

Quiso saber cuánto tiempo, cuánto tiempo duraría, y preguntó<br />

al médico, discreto y conocido <strong>de</strong>l señor Dey, ambos comprensivos<br />

e impasibles, como si ella les fuese con un mal resfriado.<br />

Pero el médico no pudo <strong>de</strong>círselo. Una semana, esperaba<br />

ella, no podía durar más, ¿verdad ¿Otras dos semanas<br />

Seis semanas, o seis meses, un año tal vez... posiblemente<br />

siempre. Pero la intensidad pasará.<br />

— 33 —

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