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marcada por la infamia. Y cuando murió su único<br />
hijo, Martín, la familia Alzaga le dio definitiva·<br />
<strong>me</strong>nte la espalda. Esa extraña famllia <strong>que</strong> tal vez<br />
realizaba caridad con desconocidos, no fue capaz<br />
de socorrer a una pobre mujer abandonada y en<br />
desgracia. Muerto el médico Inglés con quien vivía,<br />
sostén de sus últimos años de juventud, Catallna<br />
ya no tuvo a qUién recurrir. El implacable corazón<br />
de su parentela le hizo cerrar todas las puertas.<br />
y la señora de Alzaga empezó a bajar en la escala<br />
de la apreciación social, pri<strong>me</strong>ro amasando pan,<br />
luego pidiendo limosna.<br />
Cuenta Héctor vare la, director de La Tribuna,<br />
<strong>que</strong> un dia se presentó una Vieja a la redacción,<br />
y <strong>que</strong> por más <strong>que</strong> se la quiso echar logró llegar<br />
hasta él. Cuando se dio a conocer, la mujer contó<br />
su vida: "Por<strong>que</strong> yo he sido hermosa, Héctor, sí,<br />
la mujer más hermosa de nuestra tierra, la más<br />
sollcltada, la más obsequiada por su belleza en<br />
todos los centros de nuestra gran aldea. Y ahora<br />
¡soy la esposa más desdichada, la madre más des·<br />
venturada, la mujer más despreciada 'de esta tle·<br />
rra! ¡Soy la esposa del más repugnante de los asesinos,<br />
la madre de un hijo <strong>que</strong> fue <strong>me</strong>cido en cuna<br />
de raso y <strong>que</strong>, cuando fue hombre, cuando supo<br />
la deshonra de su padre, se volvió loco; la <strong>que</strong> al<br />
verse rechazada hasta por su propia lamllia, por<br />
culpa del cri<strong>me</strong>n <strong>que</strong> co<strong>me</strong>tiera su marido, sin<br />
encontrar misericordia en las almas <strong>que</strong> se llaman<br />
virtuosas, se arrojó, por fin, desesperada en brazos<br />
de la depravación para embrutecer en el vicio la<br />
IntenSidad de SUB sufrimientos!" Así narra Varela.<br />
y en las escallnatas de las iglesias de Buenos<br />
Aires, no era raro ver a una <strong>me</strong>ndiga <strong>que</strong> a veces<br />
provocaba co<strong>me</strong>ntarlos en voz baja; "Mlrala, mi·<br />
rala bien, esa <strong>me</strong>ndl¡a lastimosa es la mujer de<br />
Una noria como esta <strong>que</strong> dibujara Prilidiano<br />
Pueyrredón ocultó el cadáver del infortunado<br />
Alvarez.<br />
Según Martín Garcia, Pancho vivió en el Chaco<br />
hasta después de Caseros, afirmación <strong>que</strong> se con·<br />
tradlce con la de otros testimonios. El hecho es<br />
<strong>que</strong> más tarde se trasladó a Paso de los Libres<br />
donde formó un nuevo hogar con Gablna Ojeda,<br />
con la <strong>que</strong> tuvo diez hijos. En cierto mo<strong>me</strong>nto una<br />
de sus hermanas le envió dinero y pudo al fin<br />
<strong>me</strong>jorar su situación precaria. Según otra versión<br />
fue maestro de escuela y hasta estudió leyes. El<br />
gobernador Pujol, quien le había comprado leña<br />
en otros tiempos, le regaló un lote de terreno en<br />
Corrientes en 1854 y lo Incluyó en un Indulto<br />
general de la provincia. Pancho compró un campo<br />
en 1872 <strong>que</strong> trabajó laboriosa<strong>me</strong>nte aun<strong>que</strong> ya era<br />
un Viejo. Cuando, en cierta ocasión, la munlclpa·<br />
lidad de Paso de los Libres pretendió abrir dos<br />
calles en la propiedad de Alzaga, éste salió con su<br />
escopeta y las cerró. Fue temido en todo el pueblo<br />
tanto él como sus hijos, <strong>que</strong> con el correr del tlem·<br />
po también darían <strong>que</strong> hablar.<br />
FATAL DESTINO<br />
Mientras, en Buenos Aires había fallecido su<br />
hijo Martín a los 19 años, en 1847. Y la hermosa<br />
"Estrella del Norte", Catallna Benavídez, gracias<br />
a la culpa de su marido se vio en la mayor miseria,<br />
abandonada de todos, sobrellevando una vida triste<br />
y embrutecedora.<br />
Ella, <strong>que</strong> creyó <strong>que</strong> casándose con un Alzaga<br />
sería envidiada por todas las mujeres de Buenos<br />
Aires, por sus alhajas, vestidos, carruajes y quinta,<br />
se encontró sola, sin nadie, sin dinero y sin amis·<br />
tades. Todos rehuyeron el trato de esa semi· viuda<br />
Pedro José Agre/o, <strong>que</strong> fue iuez del alcolde<br />
Alzaga intervino como abogado de Marcet.<br />
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