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voces 7 (pdf) - Revista Voces

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TENÍAMOS, ¿CUÁNTO?, dieciséis o diecisiete.¿Cuándo fue? Quizás 1989, o 1990.Ese larguirucho, tan macilento que suscompañeros lo llamaban, precisamente,“El Flaco”, soy yo, o al menos, alguien quese convirtió, después de muchas noches ymuchos días, en el hombre que escribe estaslíneas, menos sabio, menos pacienteque aquel adolescente frágil, ensimismadoy, todavía, lleno de fanáticas ilusiones.Las fotos, tomadas en uno de los comedoresde la Lenin, que yo mismo no habíavisto en veinte años, han sido esta semanaexaminadas, manoseadas por muchosextraños, que han irrumpido irrespetuosamenteen el álbum de Facebook de uno demis antiguos condiscípulos. Sí, ese es EduardoFontes, al que llamábamos Fontes, o elFonte, para diferenciarlo de otro Eduardo,y esos son sus amigos de la época, cuyasmayores preocupaciones no eran políticas,sino, como la de cualquier adolescente,incluso en Cuba, prácticas y sentimentales,el examen de Física, las pruebas deingreso a la universidad, la fiesta del sábado,o la chica, “está buenísima”, delgrupo 18.j u a no r l a n d op é r e zj u a no r l a n d op é r e zel FonteVSObamaj u a no r l a n d op é r e zj u a no r l a n d op é r e zLa historia cubana dispone de unaabundante colección de fotos semejantes,áureos adolescentes a punto de ser secuestradospor la revolución y sus feroces consecuencias,la muerte, el exilio, el poder.La foto de los jóvenes intelectuales habaneros,tomada el 18 de marzo de 1923 a lasalida del restaurante de Chinchurreta, momentosantes de que un grupo de ellos cometierala travesura que los periódicos dela época llamaron Protesta de los 13. Lasfotos del Grupo Orígenes, tomadas cuandoninguno de ellos se hubiera atrevido a pronosticarlas catástrofes del futuro, queGastón Baquero moriría sin regresar jamása su país, que a Virgilio Piñera lo acosaríala Seguridad del Estado hasta el último díade su vida, que al hijo de Eliseo Diego leencargarían vigilar a su propio padre, queParadiso no sería reeditada en Cuba hastaveinticinco años después de su publicación.La foto de los futuros expedicionarios delGranma, tomada en México, cuando ningunode ellos podía saber si le tocaría morira manos de los casquitos de Batista, enun fangoso matorral de Oriente, o envejecermacabramente en los laberintos delpoder en La Habana. Nuestras fotos de laLenin no son tan reveladoras, no muestrana un grupo de jóvenes marchando hacia suheroica inmolación, a punto de sacudir laconciencia o la sensibilidad de su país, sino,apenas, conmovedoramente, una bandade displicentes muchachitos, reunidosno por una idea o un plan o, en el principio,por amistad, sino por la escuela y elazar, en las últimas semanas antes de dispersarse,primero en la universidad, despuésen la monotonía de la adultez, finalmenteen el crepúsculo de la Revolución,en sus ruinas. Esas fotos debieran haberquedado como estaban, solo a disposiciónde los que en ellas aparecen, el propioFontes, Cuenca, Oscarito, el Figu, Mabel,el Luisma, Yurién, Deiros, el Zurdo, Carlos,el López, Ana María, David, Giselle,Valia, Boris, nombres y apodos idénticos alos de otros grupos cubanos de cualquierépoca, de cualquier otra escuela.Pero era casi inevitable, en esta épocade malsana curiosidad, de casi malévolaindiscreción, que las fotos fueran descubiertas,que aparecieran en los blogs, quehasta El Nuevo Herald, como si no tuvieranada mejor que hacer, investigara el pasadode Eduardo Fontes, quien, por toda su{ V●9 }

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