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voces 7 (pdf) - Revista Voces

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Siempre pensaste que fue un diosperdido en la selva africana el que te salvóaquella noche. Estabas equivocado, espor mi causa que estás vivo. Caíste en esaredada de la FULHA porque quisiste. Ya telo habían alertado. Pero tú, loco, teníasque desafiar a la muerte. Demostrar queno le temías ni a la ley, ni a sus agentes.Tenías que ir para morir como un héroe ydejarme sola en un anaquel de criminalística.Pero yo lo impedí, quizás poregoísmo, o tal vez por amor.Cuando te volviste para disparar yole hablé a las cinco MAKAROVs que teapuntaban. A ellas siempre les gustó hablar.—¡Por favor, hagan un Murphy!—¡Somos la Fuerza Unida de La HabanaAutónoma, párate o abrimos fuego!—¿A santo de qué debemos hacer esopor ti?—¡Que te pares, cabrón!—He pasado toda una vida buscandoal pistolero nacido para dispararme. Herecorrido media Europa para hallarlo enesta isla. No me lo quiten ahora que lo heencontrado.—Más vale que tengas razón y ese tipovalga la pena. No será por la vieja armeríasoviética que pierdas al que te empuña.Tres de ellas se encasquillaron a lavez, las otras dos erraron el tiro. Rara vezocurre, pero no va contra las reglas. Esasleyes absolutas que nos rigen, como a todaslas máquinas. Un Murphy es la pequeñarebeldía de lograr que suceda lo improbableen el momento menos deseado. Fallarsin quebrar ninguna ley.( e rick j. m ota )( e rick j. m ota )Pero tú nunca me lo agradeciste. Metirabas en una gaveta cuando hacías elamor con esas mujeres de segunda. En lamisma cama donde antes me habías colocadobajo la almohada para que velara tusueño. Deseé más de una vez que tus enemigoste sorprendieran en ese momento.Que la última imagen que pasara por tumente fuese la de una pistola abandonadaen un cajón.Pero el dios de los guerreros disponesiempre las cosas a su modo, y nunca cuentapara ello con la deidad de los metales.Pensé que eras tú cuando el cajón se abrióy me empuñaron. Era una mujer pero medi cuenta tarde. Para cuando reaccioné yame sostenía demasiado firme como parausar la ley del diablo y tú estabas demasiadocerca.—¡Dime ahora, maricón! ¡Dime si mevas a dejar por esa puta!No había más armas en la habitación,ni en el pasillo, ni en la calle.Estabas solo.—Siempre te creíste un tipo duro.Alardeabas de no tener miedo. Pero yo tevoy a matar. Te lo juro por mi madrecitaque te voy a matar, cacho e’ cabrón.Ahora soy yo la que te apunta. Maldesignio el que sea yo y no otra la que tequite la vida. A ti, mi guerrero, mi dueño,mi vida.—El problema tuyo es que piensasque yo sigo siendo una guajirita de Miami.Pero estás muy equivocado ¿me oíste? Sipensaste que con traerme pa’ La Habaname habías hecho un favor, estás muy equivocado.No me importó jinetear por ti, nisiquiera me importó halar cana por tu culpa...Pero compartirte con las fleteritasde mierda esas no, eso sí que no.Siempre queda la ley de Murphy. Encasquillarseen el último momento, hacerque la aguja percutora no martille bien lavaina. O que, simplemente, la pólvora noexplote.—Yo te quería, coño. Y mira lo queme hiciste. Arruinaste mi vida por gusto.¡Por gusto!Va a disparar, lo sé. En este instantedeseo, por primera vez, haber nacido hijade la armería rusa. Para ellas siempre esfácil hacer un Murphy. Trabar el martillo,soltar el carro, obstruir la recámara. Perosoy una P225 con munición Luger. Mi familiaes una garantía y no puedo dejar dedisparar, mucho menos fallar. No es tanfácil para mí romper las reglas, demasiadastradiciones, demasiadas normas.Una SIG-Sauer jamás ha hecho unMurphy. [●]{ V●38 }

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