( rolando a lum )c u e st i on a nd ol as al u dp ub l ic a( r olando a lum )A PESAR DE LA incontrovertible evidenciasobre las fallas del sistema de salud públicaen Cuba, seguimos viendo escritos que desinformanacerca de la realidad en la isla.Por ejemplo, la revista científica estadounidenseSCIENCE de 30 de abril de 2010 (vol.328) publicó un pequeño artículo en el quesus autores Paul Drain y Michele Barry (de laUniversidad de Stanford, California) alabanlos apócrifos logros de la medicina cubana apartir de 1959. Entre otras cosas, el escritoarguye que, a pesar del boicot comercial deEE.UU. contra el ya super-longevo régimende los fraternos Castro, sus supuestos avancescon relación a los índices de salud de lapoblación “son admirables.” Pero los autoresfallan al aceptar sin cuestionar (graveerror básico en las ciencias) las estadísticasy el discurso propagandístico de La Habana.Los hermanos Fidel y Raúl Castro llegaronal poder en 1959 con un innegableapoyo popular. Esa popularidad se fue desvaneciendoal ellos convertir al país en unasociedad inmensamente más cerrada, militarizada,corrupta y subdesarrollada de lo queera antes. Los presuntos logros en la saludpública son una de las poquísimas excusasque les queda para justificar su rígido régimende más de medio siglo.Con el objetivo de comprender mejorcómo funcionan en la práctica los serviciosmédicos allá nos referimos al reciente librode la colega antropóloga Katherine Hirschfeld,HEALTH POLITICS AND REVOLUTION IN CUBASINCE 1898 (Transaction Books, 2008). Es lamentableque el reporte publicado en SCIEN-CE lo ignore; pero en dicho volumen se encuentranlas respuestas a los argumentos sinvalidez (que por cierto, no son nada novedosos)que exponen los autores del artículo.Atraída precisamente por los proclamadosresultados en la salubridad, Hirschfeldfue a vivir Cuba a mediados de los años90. Allí devino en otra intelectual extranjeramás cuyo idealismo ingenuo se desvaneció.La joven estadounidense experimentó encarne propia las condiciones de estilo orwellianode la Cuba de hoy, sobre todo al contraerla fiebre del dengue. Pero, como lasautoridades habían declarado (con fines depropaganda) que esa enfermedad de origenafricano había sido “erradicada”, lo irónicofue que ella no podía ser diagnosticada y recibirtratamiento médico adecuado.La autora fue internada en un hospitalde Santiago de Cuba en donde tuvo otra experienciasurrealista de estilo kafkiano. Ellaencontró el centro médico militarizado (comolo son casi todas las instituciones allá),antihigiénico, sobre-poblado de pacientes,sub-equipado, y atendido por escasos facultativos(nunca fue examinada por un médico).La otra paradoja es que, como norma,Cuba envía personal médico “de exceso” —acambio de dólares y petróleo— a la Venezueladel excéntrico ex-golpista Hugo Chávez(ahora convertido en “socialista del SigloXXI”). A manera de paréntesis, notemos quemuchos de los profesionales cubanos aprovechanla oportunidad para desertar allí, pasandoluego a otros países.Hirschfeld concluye que el sistema desalud post-1959 sí llegó, con el tiempo, a losrincones más apartados del país. Pero, confirmandolos testimonios por décadas de numerososobservadores, así como de los yamillones de exilados, este relativo acometimientoacarrea un caro precio político-opresivo.La antropóloga describe cómo la estructuramédico-social forma parte del complicadoaparato represivo de control sociolegal.Todo personal médico es consideradoun “soldado revolucionario” cuya lealtaddebe ser hacia el Estado, no a sus pacientes.Incluso parte del currículo universitario con-{ V●19 }
lleva el aprender a espiar a sus propios pacientes,como nos lo relatan médicos cubanosrecién emigrados.De todos modos, Cuba está lejos deser el paraíso médico que se pinta en SCIEN-CE. Hirschfeld clasifica los servicios médicoscubanos en tres estratos “sin duda desiguales”,lo que representa una especie de apartheidsocio-médico segregacionista.El primero es para la jerarquía oficialprivilegiada, así como para ciertos extranjeros(los huéspedes gubernamentales gratuitosy los “turistas de la medicina” que pagancon los “malditos” pero codiciados dólares osus convertibles “chavitos”). Esa clase superiorde servicios —en donde no escasea naday a la cual el ciudadano común no tiene acceso—es la que tanto celebran ciertas personalidadesextranjeras que se conviertenen porta<strong>voces</strong> del gobierno al repetir sincuestionar las consignas oficialistas.La segunda categoría —de inferior calidad—es para la población común, los “de apie”. A diferencia de lo que difunde el discursooficialista, los servicios médicos no sonun derecho, sino un privilegio condicionalotorgado por la élite política. El pueblo tieneque demostrar gratitud eterna a esa cúspidedirectriz, tal como ocurría con casi todoslos aspectos cotidianos bajo la tiranía delos hermanos Rafael y Héctor Trujillo en RepúblicaDominicana [1930-61] y en la Rumaníadel autócrata comunista Nicolae Ceauşescu[1965-89].En efecto, análogo a los tiempos deTrujillo y Ceauşescu en sus respectivos países,nadie gana ni merece nada en Cuba porsus propios méritos. Todo —desde un simpleempleo hasta el acceso a la educación universitariay los servicios de salud— tiene queser percibido como producto de la “magnanimidad”paternalista de la cúpula dirigente.Simbólicamente todo es propiedad delMáximo Líder (traducción literal de Führer)y sus herederos políticos. Es más, tal pareceque el inventario de las pertenencias de laalta dirigencia comprende también a personas:desde atletas y artistas, hasta intelectualesy científicos, incluyendo en especial atodo profesional médico. Así, cuando la controversialDra Hilda Molina cayó en desgracia,Fidel Castro mismo dijo que a la célebreneurocirujana no se le permitiría salir de Cubaporque “su cerebro le pertenecía a la Revolución”.Eso es como decir que ella es —almenos metafóricamente— pertenencia suyacomo el “centro carismático de la nación”(si se me permite aplicar la etiqueta queDerby usó en referencia al absolutista dominicanoTrujillo).Al igual que bajo el trujillato y la tiraníade Ceauşescu, los Castro han creado—con toda intención— un clientelismo paratodos los servicios dependiente del omnipotenteEstado. El sistema médico oficial, además,funciona en coordinación con los Comitésde Vigilancia (la versión cubana de los“caliés”, los espías de barrio trujillistas),por lo que los marginados y disidentes políticosconfrontan una grave desventaja médica.Eso se comprobó de nuevo cuando sepresentaron en las salas de emergencia habanerasvarias “Damas de Blanco”. Ellas habíanmarchado pacíficamente por unas pocascalles pidiendo la liberación de presospolíticos, que incluía médicos disidentes (algunosde los cuales son afro-cubanos). LasDamas fueron víctimas de golpizas propina-{ V●20 }
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