ecomendé su novela. Él, en cuanto llegóa la Isla, escribió el correspondienteinforme sobre nuestro encuentro. Dos otres días después de su regreso atacaronmi ordenador miles de virus informáticosque pusieron en gravísimo peligro mi trabajode años. El entorno es muy importante.Puede mejorarte o envilecerte.Hay toda una cultura de la nostalgiade la Isla donde nací. El Exilio, dicen,siempre con mayúsculas, y ponen carasde carneros degollados. ¡Qué tristees todo aquí, en el Exilio, cómo extrañoa mi vecino Yukisleidi, por amor de Diosque alguien me traiga un mango, un aguacatede Jatibonico! (Jatibonico es unpueblo horroroso de la isla donde nací.)Todo eso me parece muy exagerado. Muyexagerado.La nostalgia es algo denigrante.¿Quieren saber para qué me han servidoveintiocho años de Exilio? Para aprenderque la nostalgia del lugar donde uno nacióes algo denigrante. Una patraña, unaestafa. Los mangos de Puerto Rico o CostaRica son tan buenos, o mejores, que losde Jatibonico. Esa es la pura verdad. Ysi no lo fueran, ¡qué más da! También esla pura verdad que siempre detesté a mivecino, Vladimir —creo que se llamaba—,que por cierto era presidente del CDR dela cuadra y me denunció varias veces.Puedo pasármela perfectamente sin losmangos de Jatibonico. Para no hablar delo placentera que es mi vida sinVladimir...Salir de la Isla donde nací me hapermitido ver La Ronda Nocturna, la CapillaSixtina, la Victoria de Samotracia,atravesar el Puente Vecchio, tomarme unhelado en la Plaza de San Marcos, echaruna moneda en Santa María del Popolo paraque se enciendan las bombillitas e iluminenlos Caravaggios, follar con una kuwaití,asistir a una obra de teatro deThomas Bernhard, ver La Danza de Matisse,visitar la tumba de Brodsky, pasarme horasante el Bosco en El Prado, entrar a[●revistacontratiempo.com●]una fastuosa librería de Barcelona, sentarmebajo el olivo en una casa de SantCugat a esperar que la noche caiga. Asuntos,sin duda, mucho más importantes quela Isla donde nací.Cuando salí de la Isla fui carnicero,rotulista, peón, viví en un garaje.Hubo penurias, pero ninguna, nunca, jamás,opacó ni siquiera un instante la inmensafelicidad de no estar allá, en laIsla donde nací.¿Y qué decir de cómo ha influido lalejanía de la Isla en mi literatura? Esalejanía ha sido decisiva para mi trabajo.¿Por qué? Muy sencillo, porque lejos dela Isla donde nací soy libre. SOY UN ES-CRITOR LIBRE. Y trato desesperadamente deque mi obra lo deje muy claro. Esa libertades la que nos hace diferentes del escritorque solicita a su Amo —atildado,comedido— un poco de "dictadura con swing".He recorrido San Francisco, Miami, NuevaYork, París, Roma, Florencia, Tokio, Berlíny el cráter del Ngorongoro, siemprefeliz de haber salido de la Isla dondenací. Muy feliz. Sobre todo feliz de nover ni una palma. Sólo puedo pensar enalgo más horripilante que una palma: laUnión de Escritores y Artistas de Cuba.Vivir lejos de la Isla donde nacíha sido y es algo extraordinario, nutriente(en todos los sentidos), maravilloso.Si creyera en Dios, estaría siempre agradeciéndolehaber salido de allí.Decir otra cosa sería una falsedad.Todo parece indicar que nunca regresaréa la Isla donde nací. ¿Y qué? Carecede importancia. Soy un animal lentoy torpe, me ha tomado treinta años, mástiempo del que viví en la Isla, descubrirque el único lugar al que vale la penallamar patria, habla, tiene el pelo negro,bellos ojos y qué decir de su boca,come, ríe, me ama y se llama Marta.Cuando el bote que me sacaba de laIsla donde nací se adentraba en el mar,en el horizonte, distinguí un grupo depalmas. ¡Qué árboles tan espeluznantes![●revistacontratiempo.com●]{ V●53 }
m i r t a o j i t o :l o s q u e t i r a r o n h u e v o s"HUEVOS" es una de las pocas obras de arteproducidas en Cuba que reconoce uno denuestros traumas nacionales más memorables:el Mariel, el período de cinco mesesen 1980 cuando el país, convulso yconfundido, expulsó a algunos de sus mejoreshijos, y a algunos de los peores, ylos envió a Cayo Hueso.La obra, escrita por Ulises JoséRodríguez Febles, nacido en Cárdenas, Matanzas,en 1968, rompe el silencio oficialcasi total que en Cuba ha envueltoal Mariel durante 30 años. (La revistaTemas condujo un panel al que asistieronmás de 100 personas, según me cuenta RafaelHernández, director de la revista,desde Cuba). Ha habido otros intentos artísticos,pero no han trascendido.¿Por qué el silencio? Quizá porque,desde el punto de vista de Cuba, no haynada bueno que recordar, nada que celebrar.El Mariel fue la primera vez desde1959 que el pueblo cubano votó masivamente,aunque fuera con los pies. Nosotros—poetas, pioneros, secretarias, actores ycamioneros— optamos por irnos en vez deseguir participando en la charada en quese habían convertido la isla y su gobiernoineficiente.La obra de Rodríguez Febles comienzaen 1993, cuando un hombre, al despertar,descubre una fortaleza de huevos enel exterior de su casa. La imagen es poderosa,porque en 1993 ni siquiera habíahuevos en Cuba. En 1980 había tantos que,en vez de usar piedras, la gente bombardeócon huevos a muchos de los que tuvieronla osadía de abandonar “el procesorevolucionario” y escapar.Nosotros tuvimos la suerte de que,en nuestra cuadra, la gente nos abrazó ynos deseó buena suerte y nos pidió queles escribiéramos cuando llegáramos aMiami. En vez de huevos, nos tiraron besos.Más tarde, en un autobús sin ventanillas—las habían quitado para apuntarmejor a la "escoria", como nos llamaba elgobierno— fuimos víctimas de huevazos,tomatazos y alguna pedrada ocasional. Peroesquivamos los proyectiles, y puedodecir con orgullo, que me fui de Cubatriste y sucia, pero no oliendo a huevos.Otros que iban en nuestro autobúsno tuvieron tanta suerte. Manolo, el padreen una familia que viajaba con nosotros,recibió tantos huevazos en la nucaque bromeaba diciéndonos que pudimos haberhecho una tortilla para aliviar elhambre en El Mosquito, la última paradaantes del Mariel en el vía crucis que erairse de Cuba en aquellos días tan caóticos.El hombre que descubre la fortalezade huevos en la obra es el padre de unaex-pionera que en 1980 tuvo que pararsefrente a la casa de su mejor amigo, quese iba del país, para leer un furioso comunicado.¡Cuánta pena me dio esa niña!Conocí niños y niñas como ella, y todavíalos conozco. Cuando viajo por EstadosUnidos con mi libro sobre el Mariel, ElMañana, invariablemente alguien del públicose me acerca al final para pedirdisculpas. ¿Por qué?, respondo. Fue otraépoca. Era difícil defender la decenciahumana y la dignidad personal. No imposible,pero sí difícil. Lo entiendo.Rodríguez Febles lo reconoce a lolargo de la obra, pero especialmente alfinal, cuando uno de los personajes, Enelio,deja a un lado su cerveza —compradacon los dólares del primo que ha regresado—y pronuncia un apasionado monólogo enel que dice: "Yo también era un niño, perono le grité a nadie, no tiré huevos,no golpeé ninguna puerta, no firmé ningúnpapel". Y prosigue: "Yo no sé usted...pero yo soy inocente".El coro griego de esta obra repitecontinuamente la frase "¡Pin pon fuera!¡Abajo la gusanera!" La recuerdo muy bien.Pero ha pasado mucho tiempo desdeque esas palabras resonaran en mis oídoscomo antes. Cuando frío huevos para mishijos no pienso en Cuba. Ni siquierapienso en los que quisieron humillarnossólo porque podíamos irnos y ellos tuvieronque quedarse (me he tropezado conmuchos de ellos en el Publix de Coral Gablespara guardar rencor). Sí creo que esmás fácil olvidar para nosotros, los marielitos,que para ellos. Son los que tiraronhuevos los que no pueden olvidar supasado.Desde Cuba, en un e-mail, RodríguezFebles me cuenta que así ha reaccionadoparte de la audiencia que ha visto suobra en Cuba. "Yo fui huevero", alguienle escribió en una ocasión. "Estuve enesas manifestaciones, dirigí grupos dejóvenes en esas manifestaciones y en realidad,al final, con el paso del tiempote das cuenta de que no era necesario hacerlode ese modo".Después de todo, en la vida como enla obra, ha habido marielitos que han regresadoa Cuba y han depositado, sospechoque con cariño pero también con ciertasatisfacción, un cartón de huevos en lapuerta de algún que otro vecino que en el80 se dio gusto tirándolos a los que nosfuimos.[●revistacontratiempo.com●]{ V●54 }
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