11.07.2015 Views

voces 7 (pdf) - Revista Voces

voces 7 (pdf) - Revista Voces

voces 7 (pdf) - Revista Voces

SHOW MORE
SHOW LESS

You also want an ePaper? Increase the reach of your titles

YUMPU automatically turns print PDFs into web optimized ePapers that Google loves.

m i g u e l c o r r e a m u j i c a :e l m a r i e l y y oPARECE QUE FUE AYER y ya han pasado 30 años.Ya he vivido mucho más tiempo de este ladoque del otro. No había cumplido los 22 añostodavía cuando el mar me trajo hasta aquí.Y los botes. Y las olas. Y las tempestades.Y dos o tres persistentes bestias marinassiguiéndole los pasos al diminuto bote quearañaba las aguas. "Azul" era su nombre.¡Cómo olvidarlo! El horror, el miedo y eltemporal. Y el tiempo ajeno a todo ello,sin siquiera advertir nuestra odisea. Nosabía adónde había llegado, ni por dóndeempezar mi nueva vida. No contaba con unaexperiencia laboral: jamás había tenido unempleo. De la Universidad de La Habana pasé,súbitamente, a la furia del Gulf Stream.Y de pronto me vi deambulando por la Calle8 de Miami. En dos semanas me trasladé aNueva York. Y aquí me propuse rehacer mivida.Nueva York fue el escenario que me preparópara lo que venía, el sitio que vio estratificarsemi conducta y el testigo de misansiedades y mis necesarias mutaciones. Lleguéa esta ciudad sin un manual de instrucciones,sin una conexión que me acogiera,sin otra muda de ropa siquiera. La ciudadme hacia señales y extraños guiños con susolores y sus luces de neón. ¿Por dónde empezar?¿Cómo uno puede construirse un caminopropio? ¿Es esta confusión la libertad ala que aspiraba? ¿Quién me podría explicarqué debo hacer a continuación? El estrépitode las sirenas y de vehículos de emergenciahacían del Alto Manhattan un sitio enloquecedor.Pero ¿y qué diablos es un subway? ¿Ypor qué debo tomar uno, para ir a dónde? Midesorientación por entonces no era sóloexistencial, sino también muy concreta.Poco después, Roberto Valero, VicenteEcherri y yo nos hacinamos en un apartamentode la avenida Wadsworth que una tía piadosade Roberto le había alquilado por unmes. Aunque dilapidado, el sitio se convirtióen nuestro querido refugio, en nuestracueva salvadora. Desde allí pretendíamosver desfilar los acontecimientos, ver cómolas cosas tomarían su rumbo, como si losprotagonistas de ese momento no fuéramosnosotros. Nos empezamos a morir de hambreen una semana. ¿Cómo se busca algo de co-mer, alguna ropa, un jabón de bañarse, enuna ciudad que giraba a una velocidad paranosotros inalcanzable? Hoy comprendo que lagran urbe y mis necesidades fueron los mejorestutores. Al Nueva York "de cieno y demuerte" de Lorca le entregamos nuestra juventudy nuestra vida. Y la ciudad comenzóa procesar nuestra urgencia, nuestra desesperación,nuestra soledad sin orillas. Peronos sacó a flote, nos subió a un nuevo bote:al de la esperanza. Nueva York terminópor forjarme: aquí he estudiado, he trabajadoy aunque he pasado por las siete calderasdel dolor, también he vivido: confiesoque sí. Porque sólo aquí he podido tomarmis propias decisiones, la definición máspersonal con que cuento del concepto de libertad.Mi soledad y mis penas sólo hallabanconsuelo en la literatura, en la tarea deplasmar por escrito mis vicisitudes y lasde los que dejé atrás, en levantar unostextos que, aunque no fueran del gusto delas academias ni de los centros especializados,recogieran mi vida: ellos darían fede mis padecimientos, de mis nostalgias ytambién de mis alegrías. La alegría de estarde este lado, de saborear eso que tanperentoriamente buscaba: la libertad deasumir quién soy verdaderamente. Habermelabrado un destino propio ha sido tal vezla recompensa mayor. "Estamos en las manosde Dios", me decía Valero desde su adolescenciaexpatriada. Y lo estábamos. Al cabode 30 años he podido comprender que mi amigotenía toda la razón: Dios nunca nosabandonó.En 1982, a los 24 años de edad, escribíde un tirón y sin respirar casi, miquerido Al Norte del infierno, mi primerlibro de ficción, texto que cuenta ya contres ediciones en español, una bella ediciónpirata y una en inglés. Este fue, sinduda, un libro que padecí escribiéndolo,pues debí extirparlo de mi interior como sifuera un tumor. Si nuestro primer librosuele ser "una historia que uno tiene atravesadaen la garganta", como lo ha expuestola argentina Cecilia Abzats en un breveprólogo que precede a su cuento "La siesta",entonces ese libro mío fue un verda-{ V●56 }

Hooray! Your file is uploaded and ready to be published.

Saved successfully!

Ooh no, something went wrong!