A la larga sería la propia esencia dela institución militar, con una prebendadacasta de oficiales mandando sobreuna muchedumbre de clases y soldadosmal pagados y peor tratados, la que latransformaría de una institución inserviblepara la defensa de la institucionalidaden algo muchísimo peor; su granenemigo. A partir del 4 de septiembre de1933 el "ejército de los sargentos" ya nodefendaría la institucionalidad, sino quela sustituiría por su propio y burdoimperio.Las clases y soldados se habíansublevado por dos razones fundamentales.En primer lugar, su temor a las rebajasde plantilla y de salarios, algo queya había hecho el presidente Zayas tras lacrisis del 20; en segundo, por su deseo deque se eliminaran los símbolos externosde las diferencias de casta. Por ejemplo,deseaban usar botas altas a semejanza delos oficiales y no polainas de lona. Sinembargo, la obstinada negativa a negociarcon los sublevados por parte de laoficialidad, del presidente Céspedes y decasi todas las fuerzas políticas, los llevó aprofundizar su actitud. Incapaces deorientarse en el berenjenal político en unprimer momento, se echaron en manosde quienes corrieron a apoyarlos desde elinicio del movimiento: los muchachos delDirectorio del 30. Pero solo por 122 días,hasta que se sintieron fuertes y lo fundamental,con el apoyo norteamericano, opor lo menos del embajador norteamericanoen La Habana.El golpe en sí había sido preparadopor oficiales muy influidos por la prédicatremendista y falangistoide del PPC(Partido del Pueblo Cubano), en específicopor Rafael García Bárcenas, profesorde la Escuela Superior de Guerra, y delcaudillo de aquel partido (y de "todas lasCubas", en su megalomanía), Raúl Chibás.Mas la negativa de este último a encabezarlo(tras pensárselo durante meses) losllevó a proponerles el mismo a Batista.Este, Camaján de Camajanes, una vezdentro de Columbia los relegó a un segundoplano. Su gente serían los políticostránsfugas, pero por sobre todo los sargentosde 1933 y los de ahora. Rodeadopor estos últimos, en las escaleras del EstadoMayor, con la imagen de Martí a susespaldas, lo representó la prensa de laépoca, en una imagen más elocuente quetres tomos de historia para interpretar loque sucedió aquel día.Pero ambos ejércitos, el de los prebendadospero cultos oficiales, y el de lossargentos con mentalidad de corrido mexicano,no solo significarían un daño político.En su memorable conferencia conmotivo del cincuentenario de la República,ese grande nuestro, Elías Entralgo, sepregunta y se responde a sí mismo:"¿Qué le han costado las fuerzas armadasy sus organismos auxiliares a laRepública desde el 4 de abril de 1908hasta los presupuestos de 1951 a 1952?Pues, sin contar los créditos especialesconcedidos por acuerdos del Consejo deSecretarios y del Consejo de Ministros du-d ed ee j é r e c j i é t r o c s i t o syyr e f o r r m e a f s o r m a sEste nuevo ejército, completamentesacado del pueblo más llano, seríala gran desgracia de la Segunda República.La sargentada y su espíritu lo influiríantanto que, aun cuando los gobiernosauténticos crearon una nuevaoficialidad de academia, serían aquellosel verdadero poder, lo cual se transparentóel 10 de marzo de 1952, cuando sesumergió al país y a su más alto logro político,la Constitución de 1940, en la másprofunda noche.rante los doce años en que no se votaronnuevos presupuestos, desde 1937 hasta1949, ni los últimos aumentos (datos queno he podido allegarme), le han costado629 824 283,34 pesos".A lo que habría que agregar que elseptenio batistiano debió sumar a esacifra una cantidad muy parecida.Todo ello justificaba que al Triunfode la Revolución, además del rápido regresoa la quebrada institucionalidad, seeliminara al ejército.{ V●25 }
Mas quienes habían hecho la Revolucióneran cubanos, y los cubanos, biense sabe, o no llegamos o nos pasamos, yen este caso particular, por mucho. EnCuba, el primero de enero de 1959 no habíatriunfado el retorno de la democraciade los cuarentas, sino un descomunal proyecto,que no era, por cierto, el de unosolo, sino muy pronto el de millones, quepretendía nada menos que desafiar la dominaciónnorteamericana no ya en las Antillassino en todo el hemisferio. Lo militar,por lo mismo, no tardó en ocuparlotodo.IIINo lo niego. Siento orgullo al oir hablar oleer a los protagonistas de los primerosaños de Revolución. Téngase presenteque en este hemisferio nadie ha hechonada semejante a nuestras locuras. Nosolo a fines del XIX habíamos derrotadoen la práctica a un ejército colonialistaequivalente en número a la suma total delos que habían enfrentado todos los demásindependentistas de las Américas,sino que ahora a mediados del siglo XXpretendíamos nada menos que arrebatarlela hegemonía hemisférica a losEE.UU. No obstante, para lograrlo habíaque hacer algunos sacrificios, no pocos nimenores, por cierto. Entre otros, renunciara la institucionalidad que habíamoscomenzado a echar a andar en 1940, oconvertir a la economía, reino de lo cotidiano,en un arma política, con lo quela condenábamos al colapso irremediablemente.Pero lo en verdad penoso vendríaal final del camino. El que poco a poco,casi sin darnos cuenta, cayéramos bajoel imperio de una dictadura militar.Bajo la cual, con sus hijas la miseria y lacrónica falta de futuro, el tradicionalmentealtivo espíritu del cubano nuncaha andado más por los suelos, al menosdesde los infamantes tiempos en que elprocónsul Crowder le dirigía la mano alchino Zayas.Ante este lamentable escenario seimpone el regreso a la institucionalidadno cumplida en 1959, pero también a laradical disminución del ejército o mejoraun, su disolución.Podría argumentarse que eso seríaentregarnos atados de manos y pies a losEE.UU. ¿Mas alguien en realidad cree quenuestras fuerzas armadas tienen al presentealgún efecto disuasorio en la superpotencia?¿Lo tienen cuatro avionestecnológicamente obsoletos, pilotados asu vez por aviadores con escasísimas horasde vuelo…?José Martí, el cubano que mejor haconocido y entendido a los EE.UU., segúnreconociera el muy devoto fidelista EusebioLeal, no creyó nunca en que unejército fuera garante de nuestra independenciafrente a aquel país. En su correspondenciaparticular a El Partido Liberal,periódico oficial del Porfirato, con{ V●26 }
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