tos funcionarios y militares con quienes parecíasostener un trato de absoluta cordialidady entendimiento. Trepado a uno deaquellos barcos, y dotado de un altavoz,impartía a menudo órdenes y divulgabacomunicados oficiales, mientras miles desus compatriotas hacían fila para hacerse ala mar y al exilio. Algunos han aseguradoque una palabra suya en aquellos momentosbastaba para privar a cualquieradel ansiado viaje, o para colocarle, si así sele antojaba, en el más veloz y seguro de losbarcos. Todo a cambio de una generosaretribución que alimentaría aún más susarcas de bandido, aunque del monto de sufortuna, y aun de su destino final, nunca seha llegado a conocer cifras o datos muy precisos.En todo caso, el comienzo de la décadade los ochenta parece pillarle con escasosrecursos pecunarios, porque otroschismes y rumores le sitúan para entoncesen Bangkok, adonde ha debido huir, ocultoen la bodega de un barco de carga, por nosaldar una vieja deuda con el fisco estadounidense,siempre implacable y codicioso.Privado de acceso a sus cuentas y contodas sus propiedades confiscadas nuevamente,se entrega, nos cuentan, a toda clasede excesos en la capital tailandesa, lugardonde habría de tomar —si hacemos casoa sus viejos conocidos— la trágica decisiónde quitarse la vida. De acuerdo con estasversiones, un conserje anciano descubriósu cadáver una mañana, cuando se disponíaa entregarle una orden de desahucio,tendido en su cama junto a una prostitutade catorce años que no se había percatadode la frialdad de su cuerpo. La nocheantes, había ingerido una abundante mezclade ajenjo y medicamentos sicotrópicoscon que seguramente logró conciliar el sueñoeterno.Las leyendas tejidas sobre sus peripeciasy aventuras en tierras foráneas cesan,muy previsiblemente, por esa época, yno vuelven a hablar de él sus antiguos colegasy amigos con la misma frecuencia deantes. Poco a poco, postergan referirse aél, y cuando lo hacen, es casi siempre alfinal de una tanda de tragos en una tabernao como tema marginal de sobremesa. Algunos,eso sí, dudan que haya muerto. “¿Seha sabido algo más de él?”, pregunta uno,casi somnoliento, y los demás cabecean, sinsaber qué contestar ni agregar a lo muchoque ya se ha hablado. “Qué personaje”,aventura otro al fin, seguro de que no levolverá a ver.Pero sucede que un día se atreve aregresar, viejo, calvo, barrigón y contento.Nadie le pide explicaciones en el aeropuertopor su deserción en Europa, más detreinta años antes; tampoco a la entradade la sede del gremio de escritores y artistasque solía frecuentar antes de su fuga ydonde pocos ya le conocen. Se pasea por ellugar con la mirada ausente y el aire de unturista aburrido, hasta que alguien, unpintor de muchos años pero con vista deáguila, le reconoce de pronto, a pesar de lomucho que ha cambiado. Y así, en cuestiónde minutos se halla sentado a una mesa dela cafetería con un grupo de viejos conocidosy colegas, a quienes convida a bebery comer bocadillos con la generosidad deun pachá. Ninguno le pregunta por aquellasandanzas suyas, ni osa indagar tampoco siescapó una vez de Madrid con una maletallena de dólares, ni si fue el coordinadoroculto de los sucesos del Watergate, ni siquemó libros en Santiago, ni mucho menosse atreve a mencionar la exagerada versiónde su suicidio. Se limitan a escucharle, embelesados,mientras les cuenta que despuésde trabajar muchos años en un periódicomediocre y aburrido, se retiró al fin, y ahoravive y escribe tranquilamente una novelaen un aletargado pueblecito de la Florida. [●]( manuel ballagas )) malas leng uas (( manuel ballagas ){ V●31 }
a l l e n g i n s b e r g aEN SU PORMENORIZADO relato Allen Ginsberg en La Habana, acerca dela segunda visita del poeta norteamericano a Cuba, el desaparecidopoeta José Mario refiere: “...Le llevamos una tarde por La Habana. Élmismo nos fue conduciendo hacia la parte del Parque de La Fraternidad.Se sentó en la esquina que hace la Sears y nos pidió que lo dejáramos unrato. Cuando volvimos estaba triste. “Hace unos diez años me senté eneste mismo sitio y escribí un poema; hoy no me ha salido nada”.Eran en realidad 12 años los que mediaban entre su primera,entonces anónima visita y aquella de 1965, pública, espectacular einconclusa.Durante mi visita a la ciudad de Miami en 1996, el poeta NéstorDíaz de Villegas con proverbial generosidad me obsequió su ejemplar deReality Sandwiches, editado por la legendaria City Lights Books de SanFrancisco, autografiado por su autor el día 11 de julio de 1985. El libroagrupa los textos escritos por Ginsberg entre 1953 y 1960 y en la página17 comienza el poema escrito entonces por él en aquella esquinahabanera.Ahora, en homenaje a los tres poetas, he osado emprender suversión al español, con más devoción que destreza.HAVANA 1953Rogelio Fabio HurtadoEl café nocturno — 4 amCuba Libre 20¢:azulejos blancos cuadrados,luces triangulares de neónla larga barra de madera al fondo,una gran vidriera de exquisitecesfrente a la calle.En el centrolos noctámbulos de la gran ciudad bebiendo.En el Palacio Aldama,en la esquina de Gómez,hombres blancos y mujerescon tumbadorasmariachis, <strong>voces</strong>, guitarras—tamborileando en las mesas,repicando con cuchillos en las botellas,taconeando en el pisoy entrechocandoclaves de madera,silbando y ululando,una gorda en un strapless de seda.{ V●32 }
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