Despegarse“y son los que fusilan a prisioneros y a judíos. ¿Quieres vivir y morir por <strong>un</strong>aorganización de esa índole?” Uwe n<strong>un</strong>ca olvidó la preg<strong>un</strong>ta de su madre, ni laexpresión de sus ojos.Un año después, cuando Alemania trataba desesperadam<strong>en</strong>te de postergarla derrota, el ejército aceptó a muchachos de quince años de edad. Los demásjóv<strong>en</strong>es de su grupo de la Juv<strong>en</strong>tud Hitleriana se pres<strong>en</strong>taron como vol<strong>un</strong>tarios<strong>en</strong> la SS; Uwe se negó. El líder del grupo lo llamó y le ord<strong>en</strong>ó alistarse;le ll<strong>en</strong>aron la solicitud y se la pres<strong>en</strong>taron para que la firmara. Uwe siguió negándose.A continuación lo humillaron fr<strong>en</strong>te al grupo <strong>en</strong>tero y le revocarontodos sus privilegios, pero él se mantuvo firme. Mucho más tarde dijo: “Se loagradezco a mi madre… Su val<strong>en</strong>tía al <strong>en</strong>fr<strong>en</strong>tarme fortaleció mi convicciónde querer dedicar mi vida a lo bu<strong>en</strong>o”.Después de la guerra, Uwe residió <strong>en</strong> Alemania del Este. Se casó, se hizopastor y f<strong>un</strong>dó <strong>un</strong>a com<strong>un</strong>idad cristiana para adultos epilépticos y discapacitados.A lo largo de los años, la familia Holmer fue import<strong>un</strong>ada por sus actividadespastorales, sobre todo bajo el gobierno autoritario de Erich Honecker.Pero después de la caída del Muro de Berlín <strong>en</strong> 1989, cuando Honecker, <strong>en</strong>fermoy odiado <strong>en</strong> toda Europa, tuvo que dejar su puesto, fueron Uwe y suesposa qui<strong>en</strong>es lo acogieron a pesar de las am<strong>en</strong>azas de muerte y las continuasprotestas a viva voz fr<strong>en</strong>te a su hogar.Lo que más me admira de la historia de Uwe es su pragmatismo. <strong>En</strong> <strong>un</strong>tiempo y <strong>un</strong> lugar <strong>en</strong> los cuales la desobedi<strong>en</strong>cia a m<strong>en</strong>udo se pagaba con lavida, tuvo las agallas para desafiar a la autoridad. Años después, incompr<strong>en</strong>didoy ridiculizado, hizo fr<strong>en</strong>te a la opinión pública para def<strong>en</strong>der a <strong>un</strong> fugitivoquebrantado que no t<strong>en</strong>ía adónde ir. Las acciones de Uwe dan testimonio, nosólo de su heroísmo, sino también de la influ<strong>en</strong>cia de su educación.La niñez se puede definir de muchas maneras, pero <strong>en</strong> todas hay <strong>un</strong>aconstante: el hogar, el c<strong>en</strong>tro de los primeros, indelebles recuerdos, el marcoinalterable de las experi<strong>en</strong>cias que nos acompañan a lo largo de nuestravida. <strong>En</strong> última instancia, pues, la tarea de criar a nuestros <strong>hijo</strong>s no es<strong>En</strong> <strong>Peligro</strong>
Despegarsecuestión de efici<strong>en</strong>cia, ni mucho m<strong>en</strong>os de pericia ni teorías o ideales pedagógicos.Más bi<strong>en</strong> se trata del amor que les brindamos y de los recuerdosque ese amor <strong>en</strong>g<strong>en</strong>dra, <strong>un</strong> amor que ti<strong>en</strong>e el poder de volver adespertarse intacto, incluso años más tarde. Nos recuerda Dostoievski hacia elfinal de Los hermanos Karamázov:Sepan, pues, que nada hay más alto ni más fuerte ni más sano ni más útil <strong>en</strong>nuestra vida que <strong>un</strong> bu<strong>en</strong> recuerdo, sobre todo si lo t<strong>en</strong>emos de la infancia,del hogar paterno. A ustedes se les habla mucho de su educación; pues bi<strong>en</strong>,<strong>un</strong> recuerdo de esta naturaleza, magnífico, sacrosanto, conservado desde lainfancia, quizá sea la mejor educación. El que ha acumulado recuerdos deesta naturaleza, es hombre salvado para toda la vida. E incluso si no quedaramás que <strong>un</strong> solo recuerdo bu<strong>en</strong>o <strong>en</strong> nuestro corazón, puede que <strong>un</strong> día eserecuerdo nos salve. 1010Los hermanos Karamázov, pág. 1110.<strong>En</strong> <strong>Peligro</strong>