7. Elogio de la oveja negraEstoy conv<strong>en</strong>cido de que <strong>en</strong> cada niño hay diez veces más bondadque maldad, y <strong>en</strong> cuanto a la maldad, habría que ver.j a n u s zk o r c z a kNuestra cultura exalta la competición y el éxito y proporciona ampliaoport<strong>un</strong>idad para ambos. A cada vuelta nos <strong>en</strong>contramos con adolesc<strong>en</strong>tesestrellas de pop, niños prodigios, precoces g<strong>en</strong>ios intelectuales y ci<strong>en</strong>tíficos,y campeones de t<strong>en</strong>is de tierna edad. Las modelos que nos sonrí<strong>en</strong>desde nuestras lustrosas revistas de moda a m<strong>en</strong>udo son muchachas de quinceo dieciséis años de edad, y <strong>en</strong> primera plana de nuestros diarios aparec<strong>en</strong>reportajes sobre adolesc<strong>en</strong>tes aficionados a la compra y v<strong>en</strong>ta de acciones <strong>en</strong>el Internet.Sin embargo, <strong>en</strong> las noticias no aparece la otra cara de la moneda, esto es,las historias que no hac<strong>en</strong> sonreír a nadie: el número alarmante de qui<strong>en</strong>esno terminan sus estudios sec<strong>un</strong>darios, de los adolesc<strong>en</strong>tes que se suicidan, delos fracasados y los m<strong>en</strong>ores de edad que están presos. Es el dolor sil<strong>en</strong>ciosode los gordos, los torpes, los discapacitados y los l<strong>en</strong>tos. Es la epidemia de loshiperactivos, adictos, medicados y deprimidos. Y por último, es la juv<strong>en</strong>tudestropeada por faltarle ternura, esperanza y ali<strong>en</strong>to, no porque t<strong>en</strong>gan algún
Elogio de la oveja negradefecto, sino simplem<strong>en</strong>te porque se les ha conv<strong>en</strong>cido de que no sirv<strong>en</strong>.“<strong>En</strong> cada rebaño oveja negra”, dice el refrán y casi todos conocemos alg<strong>un</strong>ao la conocimos cuando niños. Hay <strong>un</strong>a <strong>en</strong> cada familia, <strong>en</strong> cada aula —lahermanita o el hermano, aquel chico y aquella muchacha que siempre se mete<strong>en</strong> líos, que es insufrible por su franqueza y no <strong>en</strong>caja <strong>en</strong> ning<strong>un</strong>a parte. Éstees el niño que más que ningún otro desconcierta al maestro, y que más sueñoles quita a sus padres.Si bi<strong>en</strong> es <strong>un</strong> f<strong>en</strong>óm<strong>en</strong>o bastante común, ser <strong>un</strong> maladaptado no es fácil. Loconfirma Dana, <strong>un</strong>a mujer que durante muchos años sufrió porque la criticabany rechazaban.Desde muy pequeña solía decir a todo el m<strong>un</strong>do exactam<strong>en</strong>te lo que p<strong>en</strong>saba,a<strong>un</strong>que no me lo agradecían. Si algui<strong>en</strong> t<strong>en</strong>ía <strong>un</strong>a mancha <strong>en</strong> la cara,o si las medias que t<strong>en</strong>ía puestas no iban bi<strong>en</strong> con el vestido, si cojeaba otartamudeaba o t<strong>en</strong>ía <strong>un</strong> tic nervioso, yo se lo decía. Si veía a <strong>un</strong> adulto queparecía triste, le preg<strong>un</strong>taba por qué. Y, por supuesto, me regañaban constantem<strong>en</strong>te…Felizm<strong>en</strong>te, de mi niñez sólo me quedan vagos recuerdos, pero no puedoolvidar esa s<strong>en</strong>sación de ser la oveja negra, siempre metida <strong>en</strong> líos y siemprereprochada por haberlos causado.<strong>En</strong> la escuela (<strong>un</strong> exclusivo colegio privado) robaba, m<strong>en</strong>tía y fingía. <strong>En</strong>g<strong>en</strong>eral prefería quedarme sola, y cuando me fastidiaban me volvía mala. Almismo tiempo me s<strong>en</strong>tía muy insegura. No me ayudó <strong>en</strong> absoluto que, de<strong>en</strong>trada, los maestros—<strong>un</strong>o de ellos <strong>en</strong> particular—me catalogaron <strong>en</strong>tre lasalumnas que había que vigilar. Esa fama me siguió por todas partes, y todoel m<strong>un</strong>do presumía que yo siempre estaba a p<strong>un</strong>to de hacer de las mías. Alas maestras sustitutas les advertían: “No pierdan de vista a aquélla, que poralgo está <strong>en</strong> primera fila”. Parecía que nadie <strong>en</strong> mi clase era tan malo comopara merecer los castigos que me <strong>en</strong>cajaban a mí. Yo m<strong>en</strong>tía para no meterme<strong>en</strong> embrollos, y cuando me sorpr<strong>en</strong>dían <strong>en</strong> <strong>un</strong>a m<strong>en</strong>tira, m<strong>en</strong>tía más.Poco tardaron todos los maestros <strong>en</strong> <strong>en</strong>terarse de lo mala que yo era, yhasta mis compañeras de clase parecían tratarme de distinta manera. Porsuerte conocí a Louisa, <strong>un</strong>a niña que t<strong>en</strong>ía el síndrome de Down; ella me<strong>En</strong> <strong>Peligro</strong>