El poder de <strong>un</strong> abrazo3ta bu<strong>en</strong>o investigar sus motivos, y siempre es <strong>un</strong> error arrancarle <strong>un</strong>a confesión.Confuso o avergonzado, el niño busca salir del aprieto con medias verdades; sise le presiona, es probable que inv<strong>en</strong>te otra m<strong>en</strong>tira por miedo de las consecu<strong>en</strong>cias.¿Acaso no hacemos lo mismo los adultos, y por las mismas razones?Mil veces al día hay que perdonar. N<strong>un</strong>ca debemos perder la fe <strong>en</strong> <strong>un</strong> niño,por mucho que se meta <strong>en</strong> embrollos. ¿Quién puede afirmar que los defectos odebilidades que el niño debe superar no son reflejo de las mismas faltas o t<strong>en</strong>d<strong>en</strong>cias<strong>en</strong> sus padres? Calificar al niño de incorregible significa desesperar deél; y demuestra no sólo falta de esperanza, sino también de amor. Si <strong>en</strong> verdadamamos a nuestros <strong>hijo</strong>s, n<strong>un</strong>ca nos daremos por v<strong>en</strong>cidos, a<strong>un</strong>que perdamosla calma <strong>en</strong> los mom<strong>en</strong>tos difíciles. Dios no sólo <strong>en</strong>tregó la ley de Moisés a loshebreos, sino también <strong>en</strong>vió el maná, el pan de los cielos. Sin ese pan—o sea,sin ternura, humor, bondad y compasión—la disciplina más cuidadosam<strong>en</strong>tecalculada resultará contraproduc<strong>en</strong>te.Ser amigo y compañero además de padre sin duda exige el doble de paci<strong>en</strong>ciay <strong>en</strong>ergía. Pero, como dice David (el abogado que r<strong>en</strong><strong>un</strong>ció a suvocación por el bi<strong>en</strong> de sus <strong>hijo</strong>s), pocas cosas resultan más satisfactorias.P<strong>en</strong>sándolo bi<strong>en</strong>, es mucho más fácil vivir con <strong>hijo</strong>s que te tem<strong>en</strong> que con<strong>hijo</strong>s que te quier<strong>en</strong>. Si tus <strong>hijo</strong>s te tem<strong>en</strong>, cuando llegas a casa desaparec<strong>en</strong>.Se dispersan. Sub<strong>en</strong> a su cuarto y cierran la puerta, y tú se lo facilitaste ll<strong>en</strong>ándolesla pieza de computadoras, televisores, estéreos y todo lo demás. <strong>En</strong>cambio, si tus <strong>hijo</strong>s te quier<strong>en</strong>, ¡no hay manera de quitártelos de <strong>en</strong>cima!<strong>En</strong> cuanto llegas a casa, reclaman tu at<strong>en</strong>ción, se te pr<strong>en</strong>d<strong>en</strong> a las piernas, teagarran de los pantalones. Ap<strong>en</strong>as te has s<strong>en</strong>tado, se te sub<strong>en</strong> al regazo. Tesi<strong>en</strong>tes como <strong>un</strong> trapecio ambulante —pero también te si<strong>en</strong>tes amado.Ser padres exige, <strong>en</strong>tre otras cosas, que nos hagamos vulnerables. Mi esposa yyo lo sabemos bi<strong>en</strong>. <strong>En</strong> nuestra experi<strong>en</strong>cia hay pocas cosas que estrecharonlos lazos con nuestros <strong>hijo</strong>s como las ocasiones <strong>en</strong> que hicimos <strong>un</strong>a montañade <strong>un</strong> grano de ar<strong>en</strong>a y les pedimos perdón tan pronto nos dimos cu<strong>en</strong>ta deello. Ocasiones como ésas sirv<strong>en</strong> para recordarnos que tanto los niños como<strong>En</strong> <strong>Peligro</strong>
El poder de <strong>un</strong> abrazo3los adultos dep<strong>en</strong>demos de la promesa de que cada mañana empezamos d<strong>en</strong>uevo. Hay que darles la misma oport<strong>un</strong>idad hoy, por mal que se hayan portadoayer. Deb<strong>en</strong> s<strong>en</strong>tirse seguros de que los acompañamos <strong>en</strong> sus batallas, seangrandes o pequeñas, no <strong>en</strong> el s<strong>en</strong>tido de protegerlos sino de apoyarlos.Toda familia t<strong>en</strong>drá sus altibajos, sus mom<strong>en</strong>tos difíciles, sus dramas embarazosos.<strong>En</strong> cuanto a emociones, nada es tan complejo—a<strong>un</strong>que tampocotan hermoso—como las relaciones emocionales <strong>en</strong>tre padres e <strong>hijo</strong>s. Y a esot<strong>en</strong>emos que aferrarnos cuando creemos no poder aguantar más.Ya he m<strong>en</strong>cionado a Janusz Korczak, respetado <strong>en</strong> toda Europa por susescritos sobre los niños. A Korczak, médico y educador, se le confirió el títulode Rey de los Niños por la abnegación con la cual se dedicó a los huérfanos <strong>en</strong>el ghetto de Varsovia. N<strong>un</strong>ca se cansó de recordar a los demás cómo se si<strong>en</strong>te<strong>un</strong> niño <strong>en</strong> el m<strong>un</strong>do de los adultos; siempre recalcó la importancia de educar“con el corazón” y no “con la cabeza”.Su insist<strong>en</strong>cia <strong>en</strong> lo que llamaba “acompañar al niño” no era teoría abstracta.El 6 de agosto de 1942, las autoridades nazis j<strong>un</strong>taron <strong>en</strong> el ghetto a losdosci<strong>en</strong>tos huérfanos <strong>en</strong> su cuidado, para cargarlos <strong>en</strong> tr<strong>en</strong>es con destino a lascámaras de gas de Treblinka. Korczak rechazó la ayuda de amigos no judíosque le habían preparado la huida. <strong>En</strong> lugar de ello, decidió acompañar a losniños <strong>en</strong> aquel viaje de horror que los llevó a la muerte.Pocas historias de abnegación son tan conmovedoras y fantásticas como lade Korczak. Quizás se debe al abismo que nos separa de aquella in<strong>en</strong>arrablesituación que exigió su sacrificio. A<strong>un</strong>que ha transcurrido tanto tiempo <strong>en</strong>tresu época y la nuestra, innumerables niños todavía sufr<strong>en</strong> hoy porque les falta<strong>un</strong> protector como Korczak, <strong>un</strong> adulto que los tome de la mano y se mant<strong>en</strong>gaa su lado, pase lo que pase.Por ello, las últimas palabras registradas de Korczak, además de que evocansu heroísmo para qui<strong>en</strong>es vivimos <strong>en</strong> relativa paz y prosperidad, son <strong>un</strong> retopara qui<strong>en</strong>es han criado o aspiran a criar <strong>hijo</strong>s: “Al niño <strong>en</strong>fermo no lo dejamossolo <strong>en</strong> la noche”, dijo. “Y a estos niños no los podemos dejar solos <strong>en</strong> <strong>un</strong>mom<strong>en</strong>to como éste”.<strong>En</strong> <strong>Peligro</strong>
- Page 2 and 3: En PeligroTu hijo en unmundo hostil
- Page 4 and 5: Cuando alguien me pregunta si debe
- Page 6 and 7: ÍndiceIntroducción ..............
- Page 8: Introducciónguen transformándola
- Page 11 and 12: La trampa de la indiferenciapúblic
- Page 13 and 14: La trampa de la indiferenciaNuestro
- Page 15 and 16: La trampa de la indiferenciatratamo
- Page 17 and 18: 2. El niño mercancíaDonde esté t
- Page 19 and 20: El niño mercancía13diariamente. A
- Page 21 and 22: El niño mercancía1mí y mis herma
- Page 23 and 24: El niño mercancía1o semanas—tra
- Page 25 and 26: El niño mercancía1era dejar el de
- Page 27 and 28: 3. Grandes expectativasSiempre he l
- Page 29 and 30: Grandes expectativas3fantasía u ot
- Page 31 and 32: Grandes expectativastanto ese hombr
- Page 33 and 34: Grandes expectativasviene repetir l
- Page 35 and 36: Grandes expectativaslas horas libre
- Page 37 and 38: 4. El poder de un abrazoAntes de te
- Page 39 and 40: El poder de un abrazo33no… Cuando
- Page 41 and 42: El poder de un abrazo3someten a los
- Page 43: El poder de un abrazo3para qué viv
- Page 47 and 48: Hechos sí, palabras no1optan por l
- Page 49 and 50: Hechos sí, palabras no3sembraron.
- Page 51 and 52: Hechos sí, palabras noHay padres q
- Page 53 and 54: Hechos sí, palabras nola violencia
- Page 55 and 56: Hechos sí, palabras noen autos, en
- Page 57 and 58: Hechos sí, palabras no1No obstante
- Page 59 and 60: Hechos sí, palabras no3y Kareem ya
- Page 61 and 62: La solución cómodamaternidad es o
- Page 63 and 64: La solución cómodasi piensan que
- Page 65 and 66: La solución cómodaDurante todo es
- Page 67 and 68: La solución cómoda1incluso para r
- Page 69 and 70: La solución cómoda3la educación
- Page 71 and 72: Elogio de la oveja negradefecto, si
- Page 73 and 74: Elogio de la oveja negraAún si no
- Page 75 and 76: Elogio de la oveja negramisma. Me t
- Page 77 and 78: Elogio de la oveja negra1simplement
- Page 79 and 80: Elogio de la oveja negra3afirmaría
- Page 81 and 82: Elogio de la oveja negracompleto. E
- Page 83 and 84: Elogio de la oveja negraporte bien
- Page 85 and 86: Reverenciade escepticismo salado po
- Page 87 and 88: Reverencia1de educar ni a uno solo
- Page 89 and 90: Reverencia3Haga usted el experiment
- Page 91 and 92: Reverenciajuzgamos una práctica er
- Page 93 and 94: ReverenciaLoren tenía las mismas m
- Page 95 and 96:
Despegarsede lo que el individuo ha
- Page 97 and 98:
Despegarse1en su libertad”.Por su
- Page 99 and 100:
Despegarse3que piensen nuestros hij
- Page 101 and 102:
Despegarseser interpretada por el n
- Page 103 and 104:
Despegarseflote. Servir a los demá
- Page 105 and 106:
Despegarsecuestión de eficiencia,
- Page 107 and 108:
Epílogo 101niño en peligro—que
- Page 109:
AgradecimientosAl mismo tiempo de d