En Peligro - Tu hijo en un mundo hostil - Plough
En Peligro - Tu hijo en un mundo hostil - Plough
En Peligro - Tu hijo en un mundo hostil - Plough
You also want an ePaper? Increase the reach of your titles
YUMPU automatically turns print PDFs into web optimized ePapers that Google loves.
Elogio de la oveja negrat<strong>en</strong>er toda la suerte, mi<strong>en</strong>tras que otros ap<strong>en</strong>as pued<strong>en</strong> con su pequeña vida.Un niño suele traer a casa notas sobresali<strong>en</strong>tes; su hermano ocupa el últimolugar <strong>en</strong> su clase. Uno es tal<strong>en</strong>toso y popular; el otro, por mejor bu<strong>en</strong>a vol<strong>un</strong>tad,siempre está metido <strong>en</strong> líos o se si<strong>en</strong>te m<strong>en</strong>ospreciado. Todo niño puedeapr<strong>en</strong>der a aceptar estas realidades. Y los padres debemos cuidarnos de t<strong>en</strong>er“<strong>hijo</strong>s favoritos” y de comparar al <strong>hijo</strong> propio con el aj<strong>en</strong>o. Sobre todo, debemosabst<strong>en</strong>ernos de convertirlo a la fuerza <strong>en</strong> algo que no corresponde a sucarácter o a su temperam<strong>en</strong>to individual.N<strong>un</strong>ca debemos reprimir o pasar por alto las aptitudes de nuestros <strong>hijo</strong>s.Por otra parte, al<strong>en</strong>tarlos demasiado ti<strong>en</strong>e sus riesgos. No es fácil guiar a laniña que ya ti<strong>en</strong>e conci<strong>en</strong>cia exagerada de su tal<strong>en</strong>to; que se da aires por habersido agasajada y mimada, casi siempre a exp<strong>en</strong>sas de otros niños. El resultado,a m<strong>en</strong>udo, es <strong>un</strong>a chica que no logra relacionarse fácilm<strong>en</strong>te con sus iguales.Asimismo es perjudicial la extra dosis de at<strong>en</strong>ción y el favoritismo, por sutilque sea, que sin p<strong>en</strong>sar disp<strong>en</strong>samos a aquellos niños cuyo atractivo físico ycarácter plácido y alegre les permite atravesar la infancia sin graves conflictos.Esos niños sufr<strong>en</strong> de <strong>un</strong>a “dorada maldición”, solía decir mi abuelo —la ilusiónde que, <strong>en</strong> el m<strong>un</strong>do de los adultos, los tratarán con la misma prefer<strong>en</strong>ciaque <strong>en</strong> su niñez.Louise es vecina mía, maestra jubilada, y sabe por experi<strong>en</strong>cia propia cuántoagravio se puede causar a <strong>un</strong> niño.Los halagos tuvieron <strong>un</strong> efecto desastroso <strong>en</strong> mi vida. Recuerdo <strong>un</strong>a tardede domingo—debo haber t<strong>en</strong>ido cinco o seis años de edad—cuando estuvede paseo con mis hermanas, mi mamá y dos tías. Las niñas corrimos despreocupadasdelante de los adultos, pero pronto empecé a rezagarme parasaber qué decían, porque había escuchado mi nombre. Me hinché de orgullo.Hablaban de mi tal<strong>en</strong>to y mis dones, y <strong>un</strong>a de ellas dijo: “¡Qué niñaextraordinaria!”N<strong>un</strong>ca olvidé estas palabras. El daño estaba hecho. A partir de ese mom<strong>en</strong>totuve cierta imag<strong>en</strong> de mí misma, y me vi obligada a bregar por mant<strong>en</strong>erla,incluso cuando mi vida estaba por naufragar. Ya no podía ser yo<strong>En</strong> <strong>Peligro</strong>