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Cosas del tango y del lunfardo - edUTecNe

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<strong>edUTecNe</strong><br />

Enrique Ricardo <strong>del</strong> Valle<br />

COSAS DEL TANGO Y EL LUNFARDO- Eduardo Giorlandini<br />

Palabras de homenaje, pronunciadas por el académico correspondiente en Bahía Blanca, don<br />

Eduardo Giorlandini, en la sesión de la ACADEMIA PORTEÑA DEL LUNFARDO, en la Ciudad<br />

Autónoma de Buenos Aires, el 5 de septiembre de 1998.<br />

Es para mí muy triste y doloroso este tiempo, a partir de la muerte <strong>del</strong> amigo, hermano y compañero<br />

de la vida y sus motivaciones; esas que fueron generadas por nuestra propia historia, nuestra<br />

propia y humilde leyenda personal, nuestros sentimientos porteños, nuestro cariño profundo al<br />

<strong>tango</strong> y a la voz <strong>del</strong> pueblo: la de la calle, el café, la vereda, los santuarios sencillos <strong>del</strong> suburbio<br />

y el barrio, o los caminos encendidos de Callao y Corrientes, que recorrimos a veces con Enrique<br />

Ricardo <strong>del</strong> Valle, Amaro Villanueva, Juan Bautista Devoto, Joaquín Gómez Bas y Daniel Giribaldi.<br />

Junta y unción en esos ámbitos y donde se cuadrara, a cualquier hora <strong>del</strong> día o de la noche, con<br />

José Gobello, Miguel Angel Lafuente y Roberto Selles, unidos por una voz común, que es la de<br />

Dios, que se hizo habla popular, prosa, letra, versería y ciencia, en el quehacer fervoroso de tantos<br />

queridos amigos.<br />

En Enrique, cariñosamente Del Yeva, para los íntimos, se trató <strong>del</strong> producto de una labor científica,<br />

improntada en obras: ¨Lunfardología¨, ¨Diccionario <strong>del</strong> Turf y de las Carreras Cuadreras¨, la<br />

¨Bibliografía Fundamental <strong>del</strong> Lunfardo¨; las comunicaciones académicas, lexicografías y glosas<br />

con respecto a obras como las de Víctor Borde o Yacaré. Fue también su labor como bibliotecario<br />

en la Academia Porteña <strong>del</strong> Lunfardo y autor <strong>del</strong> índice analítico de los trabajos de los miembros<br />

de la Corporación y el organizador de las papeletas. Ello es tan sólo una muestra.<br />

Lo importante ha sido la pasión que lo envolvía, no cualquier pasión, sino esa que permite sentir<br />

con alma y vida, para que la voz sea <strong>del</strong> alma que canta con cariño, con pureza y con vigor, un<br />

sentimiento transportador de alegría; lo que no se hacía solamente en actitud científica y sí legitimando<br />

al <strong>lunfardo</strong>, como en el vocabulario de ¨Arrabal Salvaje¨, la obra de Bartolomé Rodolfo<br />

Aprile, chantándole a araca el tecnicismo de ¨interjección para llamar la atención:<br />

¨- Araca, hermano, mirá,¨<br />

O bien, a gilinursi, el de ¨paragoge de gil¨, que a un purista <strong>del</strong> idioma le hizo creer que el <strong>lunfardo</strong><br />

es incompatible con este tipo de consideración porque está fuera de la gramática, de la historia,<br />

de la filología, de las leyes que rigen la formación <strong>del</strong> lenguaje nacional, más que el habla todavía.<br />

Quiero decir, asimismo, en este día, por las mías, por mis vivencias, por los acompañamientos de<br />

derroteros porteños en la solidaridad sin fronteras y con el corazón que late fuerte y chamuya su<br />

mensaje, que ha muerto el amigo que me alentó en horas difíciles, que me ocultó sus dolencias e<br />

infortunios para que los míos no fueran tan fuleros; que dejó su porteñidad un tiempo, en el nombre<br />

de la amistad, al no deschavar semejantes confidencias <strong>del</strong>ante <strong>del</strong> vino o <strong>del</strong> café, y así no<br />

tuvo que expresar, mirando hacia la calle, ¨no hay nada que hacerle¨ o ¨qué vachaché¨.<br />

Y abrió cancha a los recuerdos de amigos y a los frutos de su labor, con etimologías y semántica,<br />

con graficismo y colorido y con la sonrisa cuarteada en el disfrute de la gracia y a la afectividad<br />

<strong>del</strong> vocablo lunfa, como alejando tristezas.<br />

Y así era, treinta y dos años atrás, a la salida de Rodríguez Peña 60, donde estaba el ¨cuartito¨<br />

inicial de la Academia recién fundada, y a la vuelta, en el Café <strong>del</strong> Congreso, sobre Rivadavia, y<br />

después, cumpliendo con Amaro un periplo, haciendo estaciones, café y ginebra mediante, para<br />

recalar en Callao y Rivadavia, doce horas después.<br />

Pero no hay que hacerle: la muerte es malévola, una cabrera y silenciosa inquilina <strong>del</strong> cuerpo<br />

con el puñal escondido que, a veces, lo clava por sorpresa, pero que es vencida cuando el alma<br />

se despierta, se levanta y se libera cumpliendo con el sueño hacia arriba. Ese momento, el de su<br />

muerte, me fue anunciado por Miguel Ángel Lafuente y recibido como en el verso de Discepolín:<br />

¨Los ojos casi ciegos de mi asombro¨ (¨Sin Palabras¨).

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