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borges-jorge-luis-manual-de-zoologia-fantastica

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a los navegantes y que Ulises, para oír su canto y no<br />

perecer, tapó con cera los oídos <strong>de</strong> los remeros y<br />

y or<strong>de</strong>nó que lo sujetaran al mástil. Para tentarlo, las<br />

sirenas le ofrecieron el conocimiento <strong>de</strong> todas las cosas <strong>de</strong>l mundo:<br />

Nadie ha pasado por aquí en su negro bajel, sin haber escuchado <strong>de</strong> nuestra boca la voz<br />

dulce como el panal, y haberse regocijado con ella y haber proseguido más sabio...<br />

Porque sabemos todas las cosas: cuantos afanes pa<strong>de</strong>cieron argivos y troyanos en la<br />

ancha Tróada por <strong>de</strong>-terminación <strong>de</strong> los dioses, y sabemos cuanto suce<strong>de</strong>rá en la Élerra<br />

fecunda (Odisea, XII).<br />

Una tradición recogida por el mitólogo Apolodoro, en su Biblioteca, narra que Orfeo,<br />

<strong>de</strong>s<strong>de</strong> la nave <strong>de</strong> los argonautas, cantó con más dulzura que las sirenas y que éstas se<br />

precipitaron al mar y quedaron convertidas en rocas, porque su ley era morir cuando<br />

alguien no sintiera su hechizo. También la esfinge se precipitó <strong>de</strong>s<strong>de</strong> lo alto cuando<br />

adivinaron su enigma.<br />

En el siglo VI, una sirena fue capturada y bautizada en el norte <strong>de</strong> Gales, y figuró como<br />

una santa en ciertos almanaques antiguos, bajo el nombre <strong>de</strong> Murgen. Otra, en 1403,<br />

pasó por una brecha en un dique, y habitó en Haarlem hasta el día <strong>de</strong> su muerte. Nadie<br />

la comprendía, pero le enseñaron a hilar y veneraba como por instinto la cruz. Un<br />

cronista <strong>de</strong>l siglo XVI razonó que no era un pescado porque sabía hilar, y que no era<br />

una mujer porque podía vivir en el agua.<br />

El idioma inglés distingue la sirena clásica (siren) <strong>de</strong> las que tienen cola <strong>de</strong> pez<br />

(me7maids). En la formación <strong>de</strong> esta última imagen habrían influído por analogía los<br />

tritones, divinida<strong>de</strong>s <strong>de</strong>l cortejo <strong>de</strong> Poseidón.<br />

En el décimo libro <strong>de</strong> la República, ocho sirenas presi<strong>de</strong>n la revolución <strong>de</strong> los ocho<br />

cielos concéntricos. Sirena: supuesto animal marino, leemos en un diccionario brutal.<br />

EL SQUONK<br />

LA ZONA <strong>de</strong>l squonk es muy limitada. Fuera <strong>de</strong> Pennsylvania pocas personas han oído<br />

hablar <strong>de</strong> él, aunque se dice que es bastante común en los cicutales <strong>de</strong> aquel Estado. El<br />

sqMonk es muy hosco y generalmente viaja a la hora <strong>de</strong>l crepúsculo. La piel, que está<br />

cubierta <strong>de</strong> verrugas y <strong>de</strong> lunares, no le calza bien; los mejores jueces <strong>de</strong>claran que es el<br />

más <strong>de</strong>sdichado <strong>de</strong> todos los animales. Rastrearlo es fácil, porque llora continuamente y<br />

<strong>de</strong>ja una huella <strong>de</strong> lágrimas. Cuando lo acorralan y no pue<strong>de</strong> huir o cuando lo<br />

sorpren<strong>de</strong>n y lo asustan se disuelve en lágrimas. Los cazadores <strong>de</strong> sqt4onks tienen más<br />

éxito en las noches <strong>de</strong> frío y <strong>de</strong> luna, cuando las lágrimas caen <strong>de</strong>spacio y al animal no<br />

le gusta moverse; su llanto se oye bajo las ramas <strong>de</strong> los oscuros arbustos <strong>de</strong> cicuta.<br />

El señor J. P. Wentling, antes <strong>de</strong> Pennsylvania y ahora establecido en St. Anthony Park,<br />

Minnesota, tuvo una triste experiencia con un squonk cerca <strong>de</strong> Monte Alto. Había<br />

remedado el llanto <strong>de</strong>l squonk y lo había inducido a meterse en una bolsa, que llevaba a<br />

su casa, cuando <strong>de</strong> pronto el peso se aligeró y el llanto cesó. Wentling abrió la bolsa;<br />

sólo quedaban lágrimas y burbujas.<br />

WILLIAM T. Cox: Fearsome Creatures of the Lumberwoods. Washington, 1910.<br />

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