democracia
2006-Contra-la-democracia
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60 Contra la <strong>democracia</strong><br />
Libre poseedor de su fuerza de trabajo y liberado de los medios de producción; las dos<br />
condiciones mencionadas antes para transformar al siervo en un libre vendedorcomprador,<br />
en un ciudadano del mundo respetuoso de la mercancía, habían sido realizadas.<br />
El siervo es libre. Revienta de hambre y sólo le queda la famosa libertad de<br />
trabajar. El señor burgués, por su parte, sólo obtiene ventajas de esta libertad ofrecida al<br />
propietario de la fuerza de trabajo que le permite transformar su dinero en capital.<br />
«Para la transformación del dinero en capital, el poseedor de dinero, pues, tiene que encontrar<br />
en el mercado de mercancías al obrero libre; libre en el doble sentido de que por una parte<br />
dispone, en cuanto hombre libre, de su fuerza de trabajo en cuanto mercancía suya, y de que,<br />
por otra parte, carece de otras mercancías para vender, está exento y desprovisto, desembarazado,<br />
de todas las cosas necesarias para la puesta en actividad de su fuerza de trabajo.»<br />
KARL MARX, El capital, libro I, capítulo 4.<br />
He aquí resumidas las condiciones por las que la libertad se ha impuesto.<br />
La libertad del proletario reside en la venta forzada de su propio cuerpo<br />
Los beneficios que obtuvo la clase dominante a través de la liberación de los siervos y<br />
los esclavos es ilustrado, de una manera original e imaginaria, en la admirable analogía<br />
utilizada por el guionista de la película Queimada, fresco cinematográfico que describe<br />
políticamente la presión creciente del mercado mundial capitalista. El contexto en el que<br />
se sitúa la acción es el siguiente: un agente comercial británico intenta convencer a un<br />
grupo de notables portugueses de una pequeña colonia perdida en América Latina de los<br />
formidables beneficios que puede procurarles la liberación nacional y la transformación<br />
de sus esclavos en proletarios libres.<br />
«Señores, les daré un ejemplo. Un ejemplo que puede ser un poco escabroso, pero,<br />
creo yo, muy significativo y que aclara todo. Señores, ¿qué prefieren, o mejor dicho, qué<br />
les conviene más: su mujer o una de estas mulatas que se encuentran allí? [en la película,<br />
una prostituta pasa en ese momento detrás de una ventana en la que se encuentran<br />
reunidos los notables, NDR]. No, no me mal interpreten, de lo que se trata es desde<br />
el punto de vista económico, del precio de coste, de la rentabilidad del producto en estado<br />
bruto, entendiendo por ello el amor. El amor físico claro está, ¡no hay que confundir<br />
sentimiento y economía! A una mujer hay que ofrecerle un techo, hay que vestirla, hay<br />
que alimentarla y hay que curarla cuando se aqueja de males, etc. Hay que mantenerla<br />
durante toda su vida y también cuando se hace vieja e improductiva, y si por casualidad<br />
sobrevivimos a su muerte hay que pagarle incluso sus funerales. No, no señores, con certeza<br />
esto no es una broma, créanme que lo que digo es cierto. Por el contrario, con una<br />
prostituta todo se arregla. Los gastos son insignificantes. Ustedes no están obligados a<br />
alojarla, a curarla, a alimentarla, a vestirla y menos aún a enterrarla. Una prostituta se<br />
toma cuando se la desea y sólo se le paga por ello; podríamos decir que es pagada a<br />
destajo. Entonces, señores, respóndanme, ¿qué les parece más rentable: un esclavo o<br />
un obrero asalariado?»<br />
Extracto de Queimada, de Gillo Pontecorvo, 1969. (8)<br />
Cuando el autor compara cínicamente los gastos de una esposa y los de una esclava, por<br />
un lado, con los de una prostituta y el proletariado, por el otro, confiesa abiertamente los<br />
intereses del liberalismo burgués por consolidar el reino de la libertad de compra y venta