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2006-Contra-la-democracia

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De la libertad<br />

79<br />

do de esas relaciones sociales, sino lo que inmediatamente expresa los vínculos, la sociedad,<br />

«la misma vida de la especie», como observa Marx.<br />

En efecto, haciendo evidentemente abstracción de la calidad capitalista de la sociedad<br />

existente, una de las facetas de la ideología dominante es la de contraponer ese individuo<br />

libre (egoísta, como no cesamos de subrayar) a la sociedad que lo limita como sociedad.<br />

Mas no es la sociedad en sí misma, en tanto que sociedad, la que «limita» al hombre<br />

individual. No son los intentos del hombre por existir como especie, como ser genérico,<br />

lo que lo oprimen; por el contrario lo que lo limita y lo aleja de su verdadera comunidad,<br />

de su ser colectivo, lo que le impide, por ello, la realización de su individualidad es el<br />

contenido capitalista de esta sociedad. La inversión fascinante a la que se encuentra<br />

sometido el hombre en la actualidad reside en el hecho de designar a «la sociedad» in<br />

abstracto como el enemigo del ser humano individual –lo que la ideología dominante<br />

llama «el individuo»–, cuando «la sociedad» –la existencia de vínculos comunes realmente<br />

humanos– es precisamente lo que le falta al individuo personal (18) para realizarse. El<br />

capitalismo ha hecho del hombre un ser extranjero a su existencia como especie, como<br />

género humano, y es a este ser genérico que la burguesía ataca cuando señala confusamente<br />

a «la sociedad» como responsable de la opresión del individuo para luego erigirse en<br />

defensora de la libertad. Así, la burguesía logra su proeza de designar como límite del<br />

individuo (en sí)... a la existencia misma de las relaciones sociales (a «la sociedad» en<br />

sí), presentadas como inevitablemente opresoras. De esta manera, de paso ataca todo lo<br />

que potencialmente puede significar vínculo genérico entre seres humanos.<br />

A partir de lo señalado es totalmente coherente que los famosos Derechos del hombre<br />

tomen como punto de partida al individuo privado y no «la sociedad»: el hombre tiene<br />

que defenderse como individuo privado frente al conglomerado de otros hombres inevitablemente<br />

amenazadores de su propia propiedad, su libertad. Y como potencialmente<br />

desposeído, como propietario que corre el riesgo a cada instante de ser desposeído de<br />

su propiedad, le son necesarios esos códigos, esos Derechos: son ellos quienes protegen su<br />

egoísmo y mantienen su propiedad en vida frente a otros egoístas, frente a los otros<br />

propietarios... frente a la «sociedad». La superchería reside en que esos Derechos del<br />

16. La comunidad del dinero es una comunidad material, ella ha suplantado realmente a la comunidad humana.<br />

Es ella la que vincula a los hombres hoy en día, la que reglamenta sus relaciones, la que determina<br />

sus relaciones (no) humanas y su existencia como objetos del dinero. La comunidad del dinero entonces existe.<br />

Ella es comunidad «ficticia», desde el punto de vista de la comunidad humana (la única comunidad que podemos<br />

considerar desde el punto de vista humano); desde el punto de vista del ser colectivo, de la Gemeinwesen, la<br />

comunidad del dinero no es más que una ficción de humanidad. El dinero es una «falsa» comunidad, y esto no<br />

en el sentido de que ella no vincula a los hombres –en la actualidad, el dinero es en realidad el único vínculo<br />

entre los hombres; el único reconocimiento del ser humano es su billetera–, sino en el sentido de que jamás<br />

podrá reemplazar la calidad verdaderamente humana de nuestra comunidad, el amor de la especie, la unidad<br />

del género humano.<br />

17. En esta frase, la yuxtaposición de dos negaciones, la de la «comunidad perdida» y la de las «clases sociales»,<br />

no debe disimular la diferencia esencial que existe entre, por un lado, el carácter histórico de la negación de la<br />

comunidad inicial consumada por la <strong>democracia</strong> –jamás «regresaremos» a las comunidades primitivas destruidas<br />

históricamente por el intercambio mercantil– y, por otro lado, el carácter ideológico de la negación de las clases<br />

–las clases sociales jamás desaparecieron, ni desaparecerán bajo el reino de la <strong>democracia</strong>, diga lo que diga la<br />

ideología dominante.<br />

18. A este nivel conviene recordar la distinción clásica entre, por una parte, la noción del individuo privado,<br />

contingente, que nos remite al ciudadano egoísta y atomizado de la comunidad ficticia del dinero, y, por otra<br />

parte, la del individuo personal, el ser humano que afirma, en una sociedad liberada de la ley del valor, todo el<br />

poder de su individualidad en tanto que producto y agente de la comunidad. Ver al respecto la nota 22 del artículo:<br />

«Proletariado contra individuo» del Editorial de Comunismo, número 24, página 17.

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