democracia
2006-Contra-la-democracia
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92 Contra la <strong>democracia</strong><br />
de la oposición entre el reino de la necesidad y el de la libertad. Recordemos, por última<br />
vez, que para Marx y Engels la libertad, tal como la concibe la burguesía, es una libertad<br />
inhumana que hay que destruir.<br />
«Dentro de las actuales condiciones burguesas de producción se entiende por libertad el libre<br />
comercio, la libre compra y venta. [...] ¡Y la burguesía califica de abolición de la personalidad<br />
y la libertad a la abolición de estas condiciones! Y ello con razón. Pues se trata, desde luego,<br />
de la abolición de la personalidad, la independencia y la libertad burguesas.»<br />
KARL MARX Y FRIEDRICH ENGELS, Manifiesto del Partido Comunista, 1848.<br />
En este sentido, los comunistas buscan destruir definitivamente la libertad de comprar y<br />
vender y todas sus consecuencias. El valor y el intercambio mercantil dominan al hombre.<br />
El capital funciona como un monstruo autónomo que incesantemente valoriza su propio<br />
ser y que, como sistema, impide la satisfacción de la humanidad a través del proceso<br />
productivo. Éste es el sistema del que tenemos que liberarnos, dice Marx. Cuando los proletarios<br />
se organizan en clase, se estructuran en un solo partido revolucionario internacional,<br />
preparan «la abolición violenta de todo orden social, tal como hasta hoy existe».<br />
Sin lugar a dudas, una vez destruida la sociedad burguesa, aniquilada la libertad mercantil,<br />
el hombre no se ha liberado completamente del reino de la necesidad. En efecto, las<br />
exigencias del proceso productivo continúan determinando, en el interior de la producción,<br />
la lucha contra la necesidad, es decir, el combate para responder al conjunto de necesidades<br />
de los hombres (21). Aunque la libertad no se afirme aún como reino, ella se<br />
manifiesta ya, de una manera totalmente opuesta y con un contenido totalmente diferente.<br />
Expresa su carácter comunista en la afirmación de las necesidades humanas frente a la<br />
dictadura del intercambio mercantil. A este nivel, Marx afirma:<br />
«La libertad en este terreno sólo puede consistir en que el hombre socializado, los productores<br />
asociados, regulen racionalmente éste su intercambio de materias con la naturaleza, lo<br />
pongan bajo su control común en vez de dejarse dominar por él como un poder ciego, y lo lleven<br />
a cabo con el menor gasto posible de fuerzas y en las condiciones más adecuadas y más<br />
dignas de su naturaleza humana. Pero, con todo ello, siempre seguirá siendo éste un reino de<br />
la necesidad. Al otro lado de sus fronteras comienza el despliegue de las fuerzas humanas que<br />
se considera como fin en sí, el verdadero reino de la libertad.» KARL MARX, El capital (22).<br />
Un poco antes de este párrafo, Marx precisa el campo en el que se sitúa este reino de la libertad:<br />
«En efecto, el reino de la libertad sólo empieza allí donde termina el trabajo impuesto por la<br />
necesidad y la coacción de los fines externos; queda, pues, conforme a la naturaleza de la<br />
cosa, más allá de la órbita de la verdadera producción material».<br />
KARL MARX, El capital.<br />
21. Cuando hablamos de «satisfacer a la humanidad», de «producción», de «responder al conjunto de necesidades<br />
de los hombres», no nos referimos, de una manera restrictiva y vulgar, a la alimentación o la vestimenta<br />
de los hombres, sino más bien a la totalidad de los aspectos de la existencia y la actividad humanas: amor, alimentación,<br />
juego, aprendizaje, conocimiento, goce, creatividad, utilidad, calidad de las cosas y de la viviencia<br />
humana... (toda enumeración tiene el defecto de separar aspectos inseparables de la actividad humana).<br />
22. Según la ordenación de los materiales hechos por Engels, los dos fragmentos de El capital que citamos ahora<br />
fueron colocados en el capítulo XLVIII, «La fórmula trinitaria», Sección séptima, «La renta y sus fuentes». Sin<br />
embargo, otras ordenaciones como la de Rubel, en Editions La Pléiade, le dan el estatuto de «Conclusiones».