democracia
2006-Contra-la-democracia
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72 Contra la <strong>democracia</strong><br />
de clases, una dialéctica implacable que consagrará un día la derrota definitiva del modo de<br />
producción capitalista.<br />
La crítica de la autoridad deriva hacia la religión de la libertad<br />
Múltiples expresiones proletarias que reivindican la «libertad», bandera que interpretan<br />
como la lucha contra uno u otro enemigo burgués, contra una u otra dictadura..., han<br />
existido y aún existen actualmente. Sería absurdo negar el carácter clasista de estas<br />
expresiones so pretexto de su referencia a la «libertad». Cabe considerar la insistencia<br />
permanente que le hemos dado, en todos nuestros textos, a la importancia de no identificar<br />
al movimiento con la bandera que lleva: si proletarios sometidos localmente a<br />
medidas represivas llevadas adelante por un Pinochet o un Walesa reivindican «la libertad»<br />
no es por ello que los consideraremos menos hermanos de clase en su lucha, en<br />
nuestra lucha proletaria, contra el estado.<br />
No obstante es indispensable superar esta reivindicación, por todas las razones que ya<br />
hemos invocado, pero también porque la lucha proletaria, restringida a los límites de esta<br />
reivindicación, abre la puerta a las fracciones reformistas, creando el terreno propicio para<br />
desviar, recuperar y canalizar la lucha hacia la satisfacción de sus propias necesidades:<br />
una mayor libertad de acción, empresa, explotación... La realización de la aspiración a<br />
nuestra liberación como clase, que puede expresarse muy confusamente detrás de los gritos<br />
de «¡libertad!», sólo puede pasar por la crítica a esta consigna y su comprensión en<br />
tanto que reliquia que aún vincula a aquellos que la utilizan con la ideología burguesa.<br />
Así, por ejemplo, una serie de críticas que militantes revolucionarios hicieron a la social<strong>democracia</strong><br />
positivizaron la libertad tomando los principales temas de la ideología de las<br />
Luces. Éste fue el caso de Parsons, Domela Nieuwenhuis, y otros militantes que a fines<br />
del siglo XIX erigieron la libertad en principio sagrado. De esta manera, la concepción<br />
«marxista» de la marcha pacífica hacia el socialismo encontró su equivalente en ciertos<br />
«anarquistas» que defendían la teoría de la conquista progresiva de las conciencias a través<br />
de la razón y la ciencia.<br />
«La filosofía del anarquismo se encuentra contenida en la sola palabra libertad... El anarquismo<br />
no fija ningún límite al progreso humano, el pensamiento, el libre examen; todo lo<br />
considerado como verdad o cierto puede demostrarse como falso por los descubrimientos<br />
futuros..., sólo existe una cosa infalible: “la libertad”. La libertad para llegar a la verdad...<br />
La ciencia no tiene piedad al respecto, puesto que ella se encuentra obligada a<br />
actuar de esta manera; los descubrimientos y las conclusiones de un día son aniquiladas<br />
por los descubrimientos y las conclusiones del día siguiente... [La anarquía] quiere descartar<br />
todas las bajezas y las supersticiones que impiden el auge de la verdad, de manera<br />
que el espíritu pueda desarrollarse plena y armoniosamente.»<br />
ALBERTO PARSONS, 1886.<br />
Una prolongación de esta concepción progresista e iluminista se encuentra en los innumerables<br />
programas educacionalistas autodenominados anarquistas. Tal fue el caso de<br />
Ferrer, en España, y de todos aquellos que se imaginaron que podían cambiar el mundo<br />
a través de la educación. Dejemos hablar a la contrarrevolución libertaria:<br />
«Edúquese al hombre seriamente, ampliamente, abriéndole sus ojos a todas las verdades,<br />
a todas las luces, y a su actividad encaminada hacia la libertad. Es indispensable que esta<br />
educación comience desde la infancia, para no dejar asidero al espíritu autoritario. Es a tra-