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2006-Contra-la-democracia

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De la libertad<br />

93<br />

La libertad<br />

«– Qué poco lo comprendo, cuando habla mal de la República. ¿No aprecia usted la extrema<br />

libertad que de ella emana?<br />

– Sin lugar a dudas, pero...<br />

– Así, yo, quien le habla, señor, tengo la absoluta conciencia de mi entera libertad. Mis<br />

padres son, sin embargo, de origen modesto; mi padre fue peón. Bajo otros regímenes yo<br />

hubiese sido inmediatamente asimilado a un siervo, y me hubiese transformado en propiedad<br />

de algún señor. Mientras que gracias a la República, señor, a pesar de mi origen pobre,<br />

he nacido como ciudadano libre. En vez de ser asimilado a una bestia de carga, he escogido<br />

libremente mi profesión, o mejor dicho mi padre escogió libremente por mí el patrón<br />

que viviría de mi trabajo. Yo era desgraciado, señor, en el sentido material de la palabra,<br />

mi salario era ridículo y mis contribuciones pesadas; sin embargo, una vez caída la noche<br />

me miraba en el espejo y me decía: “He aquí un hombre libre” y eso me llenaba de orgullo.<br />

A los dieciocho años me alisté en el cuerpo armado de mi preferencia, y aprecié mucho la<br />

libertad que me permitió participar en la campaña de Madagascar y obtener esta medalla<br />

que será el honor de toda mi vida.<br />

– No le relataré las libertades que nos dejaron en las Hovas, los diarios las describieron<br />

ampliamente.<br />

– Desde ese entonces, señor, no he hecho más que bendecir la República; soy un empleado<br />

subalterno y no recibo grandes emolumentos, a pesar de lo cual tengo la conciencia de un<br />

hombre honesto y la dignidad de un ciudadano libre. Antes, bajo el Imperio, éramos<br />

estafados por una banda de aristócratas, que salían de no sé dónde, mientras que hoy<br />

tenemos la libertad de escoger a nuestros gobernantes y si éstos nos disgustan, de cambiarlos<br />

cada cuatro años. ¿No aprecia usted esta ventaja?<br />

– Sí, mucho.<br />

– Tenemos la libertad de hablar, de escribir, de beber, de fumar, hasta de emborracharnos<br />

si queremos, salvo, naturalmente, en los casos previstos por la ley, que es el contrato<br />

libremente consentido por los ciudadanos libres.<br />

– Pero, le respondí, no piensa usted que ciertas libertades son desagradables, la libertad<br />

de dormir debajo de los puentes, por ejemplo, cuando no se tiene con qué pagar un<br />

alojamiento.<br />

Me respondió, haciendo una mueca de desdeño:<br />

– Para los vagabundos, tal vez, los sin vivienda, sin trabajo, los escoria.<br />

– Pero, finalmente, le repliqué con un poco de bronca, hay casos, la enfermedad, la desocupación,<br />

y otros, en los que no tenemos otra libertad que la de reventar de hambre.<br />

– Error, señor, dijo sentenciosamente, las gentes honestas no tienen nada que temer de<br />

esas eventualidades; en mi especialidad, por ejemplo, jamás hubo desocupación, y las<br />

personas de las que usted habla son las que hicieron mal uso de la libertad.<br />

– Bueno, pero usted que habla constantemente de libertad, ¿qué hace?<br />

– Yo, señor, soy guardián de prisión.»<br />

Extracto de L'anarchie, número 205, 11 de marzo de 1909.

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