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democracia

2006-Contra-la-democracia

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De la libertad<br />

81<br />

«cuerpo»: el ser colectivo. Miles de seres confirman y dan forma a la descripción abstracta<br />

de esta afirmación, cuando esa terrorífica ausencia de comunidad ve al individuo,<br />

perdido, decidiendo «por sí mismo», tirarse una bala en la sien. «Más vale la muerte que<br />

el vacío», parece declarar el testamento contenido en el acto de suicidio.<br />

Desgraciadamente, ésta no es la única concreción de la miseria individual bajo el capital.<br />

¿Quién no se ha estremecido ante la visión de esas pobres viejas buscando encontrar,<br />

en un dialogo imposible con su perro, una parcela de existencia común? ¿Cómo<br />

callarse y no gritar frente al espectáculo trágico, que se repite miles de veces en la vida<br />

cotidiana, de esas parejas empedernidamente enganchadas, como pájaros embalsamados,<br />

delante de las pantallas lisas, de esas cajas-para-imbéciles que se llaman televisores?<br />

¿Y qué decir de esas mesas en las que se ponen carteles indicando que se es libre<br />

de conversar? ¿Y de las agencias matrimoniales? La pérdida de comunidad ha llegado<br />

a niveles tan grandes que los seres deshumanizados no se comunican sin la intermediación<br />

de esas pantallas anónimas y frías a través de las cuales la gente se «reencuentra»<br />

y «conversa».<br />

Éste es el nivel de existencia del individuo de hoy y mientras permanezca sometido al<br />

cuadro civil que la «no sociedad» burguesa le otorga, se mantendrá, como individuo<br />

libre, privado y egoísta, al margen de toda comunidad. El proletario, en la medida que<br />

no consiga captar que detrás de la estatua de la libertad y su seudo independencia se<br />

ocultan los salarios y las armas con las que la burguesía chupa su sudor y su sangre,<br />

permanecerá como un idiota útil al desarrollo capitalista, como un ciudadano dócil que,<br />

bajo los consejos de sindicalistas u otros izquierdistas, se contentará exigiendo un poco<br />

más de libertad.<br />

Desmembrada por la libertad capitalista, la humanidad es objeto de tal fractura que se<br />

inscribe en la médula misma de cada individuo. Éste ya había conquistado la libertad de<br />

vender su fuerza de trabajo, ahora, hace muy poco, está ganando la libertad de vender<br />

sus propios órganos. ¡No estamos recurriendo a una imagen! La venta de órganos se<br />

generaliza en todo el planeta; en California, un fallo de la Corte Suprema reconoce la<br />

libertad del individuo de disponer de su propio cuerpo y admite que partes de éste sean<br />

libremente puestas en contrato para la venta.<br />

Hasta nuestro cuerpo ha sido invadido por la libertad mercantil. Ésta ya forma parte de<br />

nuestro cuerpo y se impregna hasta la médula de nuestros huesos. La <strong>democracia</strong> se ha<br />

inmiscuido en el hombre hasta tal punto que hoy se aprueba la libre venta de una u otra<br />

de sus partes intercambiables.<br />

«El cuerpo está también directamente sumergido en el campo político: las relaciones de poder<br />

han invadido nuestros cuerpos; ellas lo penetran, lo marcan, lo adiestran, lo torturan, lo constriñen<br />

a trabajos forzosos, lo obligan a ceremonias, le exigen signos. Esta infiltración política del<br />

cuerpo está vinculada, conforme a relaciones complejas y recíprocas, a su utilización económica.»<br />

MICHEL FOUCAULT, Vigilar y castigar.<br />

La libertad es «un bienestar que jamás hay que limitar» afirma Milton Friedman. En el<br />

capital, esa libertad infinita de desarticular los vínculos humanos llega a autorizar al individuo<br />

a disociar sus propios órganos corporales. En la Edad media eran necesarios inquisidores<br />

y verdugos para descuartizar al ajusticiado. El desarrollo de la <strong>democracia</strong>, la<br />

ciencia de la explotación, se ha refinado a tal punto que hoy la clase dominante llega al<br />

mismo resultado con el consentimiento del condenado: esta mutilación se saluda con un<br />

vigoroso apretón de manos comercial.

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