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Revista No 21, Jun 2007 - Corte Suprema de Justicia

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<strong>Corte</strong> <strong>Suprema</strong> <strong>de</strong> <strong>Justicia</strong>] ha elevado –incluso solitariamente– su voz<br />

para hacer sentir su presencia en momentos difíciles para la seguridad<br />

<strong>de</strong> los ciudadanos y en or<strong>de</strong>n a los más altos fines que atañen con la<br />

dignidad <strong>de</strong> la justicia y con la preservación <strong>de</strong>l Estado <strong>de</strong> <strong>de</strong>recho<br />

<strong>de</strong>ntro <strong>de</strong> la <strong>de</strong>mocracia, con claro respeto <strong>de</strong> la in<strong>de</strong>pen<strong>de</strong>ncia <strong>de</strong> los<br />

po<strong>de</strong>res públicos y sin ninguna claudicación” 1 .<br />

Pero, cuando hablaba, su voz no solo era la voz <strong>de</strong> la <strong>Corte</strong> <strong>Suprema</strong>,<br />

era la voz <strong>de</strong> todos y cada uno <strong>de</strong> los jueces <strong>de</strong> la Nación; su voz, asimismo,<br />

retumbaba y hacía eco <strong>de</strong> los silencios <strong>de</strong> aquellos que no son<br />

escuchados o que no se atreven a hablar por temor a ser acallados.<br />

Para él, “quizás como en ninguna otra época la administración <strong>de</strong><br />

justicia, <strong>de</strong>s<strong>de</strong> la más alta cúspi<strong>de</strong> encarnada por la <strong>Corte</strong> <strong>Suprema</strong><br />

y hasta el juez <strong>de</strong>l último rincón <strong>de</strong> Colombia, si aún queda juez en<br />

ese lugar –recalcaba con ironía–, se ha encontrado en situación <strong>de</strong><br />

peligro tan gran<strong>de</strong> que, <strong>de</strong> no adoptarse oportunamente los correctivos<br />

constitucionales y legales pertinentes, se pue<strong>de</strong> per<strong>de</strong>r la estabilidad y<br />

respetabilidad <strong>de</strong>l po<strong>de</strong>r judicial, en la medida en que la magistratura,<br />

en ámbitos distintos <strong>de</strong> la justicia ordinaria, ha sido socavada con la<br />

presencia <strong>de</strong> hombres dóciles que, por serlo, sirven <strong>de</strong> instrumento <strong>de</strong><br />

los otros po<strong>de</strong>res públicos o que resultan fácil presa <strong>de</strong> sus ambiciones<br />

políticas personales, extrañas a un verda<strong>de</strong>ro juez” 2 .<br />

Silvio Fernando Trejos Bueno sabía que <strong>de</strong>fen<strong>de</strong>r estas i<strong>de</strong>as y administrar<br />

justicia requiere ecuanimidad, porque las confrontaciones <strong>de</strong><br />

argumentos “exigen rectitud, pausa, reflexión y carácter”, cualida<strong>de</strong>s<br />

que le sobraban y lo llevaron a ser conciencia viva <strong>de</strong> juez y voz <strong>de</strong><br />

<strong>de</strong>mócrata integral. Esas fortalezas –confesó en alguna ocasión en su<br />

Riosucio natal– le sirvieron para expresar, <strong>de</strong> manera reposada pero en<br />

tono firme y enérgico, “… a nombre <strong>de</strong> la justicia colombiana”, que<br />

contaba con “... la plena convicción…” <strong>de</strong> que se <strong>de</strong>bía “… preservar<br />

su in<strong>de</strong>pen<strong>de</strong>ncia como un bien <strong>de</strong> la <strong>de</strong>mocracia y para beneficio <strong>de</strong>l<br />

ciudadano, voz que en ocasiones …” trataron “… <strong>de</strong> acallar distintos<br />

malquerientes <strong>de</strong> las instituciones, pero que permanecerá con vigor<br />

para bien <strong>de</strong> Colombia y <strong>de</strong> los colombianos …”.<br />

Con estos pensamientos arrancaba ovaciones a los públicos ante<br />

quienes exponía. Resultan memorables, entre otras, sus intervenciones<br />

en Villavicencio, Pereira e Ibagué, en las que asumió con <strong>de</strong>coro<br />

la representación institucional <strong>de</strong> la <strong>Corte</strong> y encarnó con solvencia la<br />

vocería <strong>de</strong> la jurisdicción ordinaria, <strong>de</strong> las que aún se escucha el eco<br />

<strong>de</strong> su sabiduría en mañanas como estas. En estas intervenciones, y<br />

para no olvidarlo nunca, proclamaba con ahínco la pertenencia <strong>de</strong> los<br />

jueces y fiscales <strong>de</strong> manera que conformaran “un solo haz humano”<br />

que rescatara la in<strong>de</strong>pen<strong>de</strong>ncia y autonomía <strong>de</strong> la rama judicial; y<br />

ahí mismo aseguraba, parodiando al gran Napoleón, cómo aunque<br />

habíamos retrocedido <strong>de</strong>masiado, había llegado el momento <strong>de</strong><br />

1 En palabras pronunciadas en el homenaje que le ofreció la<br />

Gobernación <strong>de</strong> Caldas en Manizales el 23 <strong>de</strong> julio <strong>de</strong> 2004.<br />

2 Discurso <strong>de</strong> clausura <strong>de</strong>l VI Encuentro <strong>de</strong> la Jurisdicción Ordinaria.<br />

Ibagué, 26 <strong>de</strong> septiembre <strong>de</strong> 2003.<br />

<strong>Corte</strong> <strong>Suprema</strong> <strong>de</strong> <strong>Justicia</strong> • <strong>Revista</strong> <strong>21</strong> 72<br />

avanzar. “Acordaos, <strong>de</strong>cía, que mi costumbre es dormir en el campo<br />

<strong>de</strong> batalla”.<br />

Como si toda esta herencia espiritual no fuera suficiente, que seguramente<br />

pronto se convertirá en un libro según su propio <strong>de</strong>seo, el doctor<br />

Trejos Bueno se preparaba para continuar su lucha por el <strong>de</strong>recho<br />

<strong>de</strong>s<strong>de</strong> su oficina <strong>de</strong> abogado. Por ser un hombre inagotable, como ya<br />

lo manifesté, hace poco menos <strong>de</strong> un año <strong>de</strong>jó la magistratura <strong>de</strong> la<br />

<strong>Corte</strong> <strong>Suprema</strong> <strong>de</strong> <strong>Justicia</strong> para trasladar ese objeto <strong>de</strong> sus <strong>de</strong>svelos al<br />

ejercicio profesional in<strong>de</strong>pendiente. Y lo hacía <strong>de</strong> esa manera porque<br />

siempre fue consciente <strong>de</strong> que la batalla por la justicia no es exclusiva<br />

<strong>de</strong> los jueces y <strong>de</strong>l Estado, sino que involucra a cada ciudadano.<br />

Un espíritu tan noble como este no pue<strong>de</strong> morir. Ha terminado su<br />

fugaz pero fructífero tránsito por el mundo perece<strong>de</strong>ro <strong>de</strong> los humanos<br />

para elevarse a la eternidad. Allí lo espera su señora madre, así como<br />

su entrañable hijo Gabriel Fernando y su inolvidable hermano Gabriel<br />

para abrirle las puertas <strong>de</strong> la inmortalidad, porque, entre nosotros, su<br />

voz se seguirá escuchando en sus i<strong>de</strong>ales.<br />

En suma, un balance vital semejante, como el que nos <strong>de</strong>ja Silvio<br />

Fernando, antes que <strong>de</strong>spertar tristeza o escepticismo, solamente<br />

pue<strong>de</strong> arrojar frutos espléndidos, vigorosos y sanos.<br />

A las generaciones presentes y veni<strong>de</strong>ras habrá <strong>de</strong> servir <strong>de</strong> inspiración<br />

para su formación académica, bajo el entendido inequívoco <strong>de</strong> que<br />

el esfuerzo, la constancia, la paciencia y el rigor científico, sin atajos<br />

<strong>de</strong> ninguna especie, son bases esenciales para edificar un sólido y<br />

fundado criterio personal.<br />

Gracias a su esposa, a sus hijos, a su padre y a sus hermanos por todo<br />

el tiempo que nos lo prestaron. Clemencia: a buen seguro escuchó<br />

<strong>de</strong>cirle a su esposo que usted era “esa flor manizaleña” que siempre<br />

lo había apoyado en todas las circunstancias <strong>de</strong> la vida y que los unía<br />

un amor sin medida e in<strong>de</strong>structible. Ricardo y Carolina: también <strong>de</strong><br />

uste<strong>de</strong>s dijo Silvio Fernando que eran “la adoración vuelta ya hombre”.<br />

Doctor Gabriel Trejos Espinosa: tras afirmar su hijo que usted era<br />

“ejemplo <strong>de</strong> vida por seguir”, en una palmaria reafirmación <strong>de</strong> sus<br />

sólidos principios éticos y morales, expuso cómo “su honestidad a toda<br />

prueba resultaba paradigmática en una sociedad como la nuestra...<br />

infestada <strong>de</strong> corrupción”. En fin, la justicia y la patria entera quedan<br />

en <strong>de</strong>uda con toda la Familia Trejos. Ojalá el gran servicio que <strong>de</strong>ja a<br />

todo un país la antorcha encendida por ese espíritu <strong>de</strong> luz conocido<br />

como Silvio Fernando Trejos Bueno en algo los consuele en estas horas<br />

<strong>de</strong> tribulación y dolor.<br />

<strong>No</strong> cabe duda <strong>de</strong> que el carácter, la nobleza y personalidad <strong>de</strong> Silvio<br />

Fernando, a quien <strong>de</strong>spedimos el día <strong>de</strong> hoy con los sentimientos<br />

inevitables que suscita su temprana <strong>de</strong>saparición, permanecerán<br />

<strong>de</strong> manera in<strong>de</strong>leble en la memoria <strong>de</strong> los que hacemos parte <strong>de</strong> la<br />

institución, en la <strong>de</strong> aquellos que tuvimos el privilegio <strong>de</strong> conocerlo y<br />

disfrutar <strong>de</strong> su amistad y, naturalmente, en la <strong>de</strong> todos los ciudadanos<br />

a quienes está dirigida la sagrada misión <strong>de</strong> administrar justicia.<br />

El doctor Silvio Fernando Trejos Bueno fallece, y no en el momento<br />

propicio para Colombia. Colombia lo necesitaba, y el adalid <strong>de</strong> las<br />

causas nobles ha partido y se ha ido para no volver, a un lugar don<strong>de</strong><br />

solo alcanzan los recuerdos.

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