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Fahrenheit 451 Ray Bradbury Fuego Brillante - Educarchile

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verdadera belleza es que destruye responsabilidad y consecuencias. Si un<br />

problema se hace excesivamente pesado, al fuego con él. Ahora, Montag, tú<br />

eres un problema. Y el fuego te quitará de encima de mis hombros, limpia,<br />

rápida, seguramente. Después, nada quedará enraizado. Antibiótico, estético,<br />

práctico.<br />

Montag se quedó mirando aquella extraña casa, que la hora de la noche, los<br />

murmullos de los vecinos, y el cristal quebrado habían convertido en algo ajeno<br />

a él; y allí en el suelo, con las cubiertas desgarradas y esparcidas como plumas<br />

de cisnes, yacían los increíbles libros que parecían tan absurdos.<br />

Verdaderamente, era indigno preocuparse por ellos, porque no eran más que<br />

rayitas negras, papel amarillento y encuadernación semideshecha.<br />

Mildred, desde luego. Debió vigilarle cuando escondía los libros en el jardín, y<br />

había vuelto a entrarlos. Mildred, Mildred.<br />

-Quiero que seas tú quien realice ese trabajo, Montag. Tú solo. No con petróleo<br />

y una cerilla, sino a mano, con un lanzallamas. Es tu casa y tú debes limpiarla.<br />

-¡Montag, procure huir, marcharse!<br />

-¡No! -gritó Montag con impotencia-.. ¡El Sabueso! ¡A causa del Sabueso!<br />

Faber oyó, y Beatty, pensando que el otro hablaba con él, también le oyó.<br />

-Sí, el Sabueso está por ahí cerca, de modo que no intentes ningún truco.<br />

¿Listo?<br />

-Listo.<br />

Montag abrió el seguro del lanzallamas.<br />

-¡<strong>Fuego</strong>!<br />

Un chorro llameante salió desde la boquilla del aparato y golpeó los libros<br />

contra la pared. Montag entró en el dormitorio y disparó dos veces, y las camas<br />

gemelas se volatilizaron exhalando un susurro, con más calor, pasión y luz de<br />

las que él había supuesto que podían contener. Montag quemó las paredes del<br />

dormitorio, el tocador, porque quería cambiarlo todo, las sillas, las mesas; y, en<br />

el comedor, los platos de plástico y de plata, todo lo que indicara que él había<br />

vivido allí, en aquella casa vacía, con una mujer desconocida que mañana le<br />

olvidaría, que se había marchado y le había olvidado ya por completo,<br />

escuchando su radio auricular mientras atravesaba la ciudad, sola. Y corno<br />

antes era bueno quemar. Montag se sintió borbotear en las llamas y el<br />

insensato problema fue arrebatado, destruido, dividido y ahuyentado. Si no<br />

había solución... Bueno, en tal caso, tampoco quedaría problema. ¡El era lo<br />

mejor para todos!<br />

-¡Los libros, Montag!

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