Fahrenheit 451 Ray Bradbury Fuego Brillante - Educarchile
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-Lo haré. Buena suerte. Si ambos estamos vivo la semana próxima o la<br />
siguiente nos pondremos en contacto. En la lista de Correos, de Saint Louis.<br />
Siento que, esta vez, no haya manera de poder acompañarle con mi cápsula<br />
auricular. Hubiese sido bueno para ambos. Pero mi equipo era limitado.<br />
Hágase cargo, nunca creí que habría de utilizarlo. Soy un viejo estúpido, Sin<br />
ideas. Estúpido, estúpido. Y, ahora, no tengo otra cápsula verde para que<br />
pueda llevársela usted. ¡Márchese ya!<br />
-Otra cosa, ¡aprisa! Una maleta. Cójala, con su ropa más sucia, un trapo viejo,<br />
cuanto más sucio mejor, una camisa, algunos calcetines y zapatos viejos...<br />
Faber se marchó y regresó al cabo de algunos minutos.<br />
-Para conservar en su interior el antiguo olor de Mr. Faber, claro está -dijo éste,<br />
sudoroso por el esfuerzo-.<br />
Montag roció todo el exterior de la maleta con whisky.<br />
-No creo que ese Sabueso capte dos olores a la vez. Permítame que me lleve<br />
este whisky. Lo necesitaré más tarde. ¡Cristo, espero que dé resultado!<br />
Volvieron a estrecharse la mano y, mientras se dirigían hacia la puerta,<br />
lanzaron una ojeada al televisor. El Sabueso estaba en camino, seguido por las<br />
cámaras de los helicópteros, silencioso, silencioso, olfateando el aire nocturno.<br />
Bajaba por la Primera Avenida.<br />
-¡Adiós!<br />
Y Montag salió velozmente por la puerta posterior, corriendo con la maleta<br />
semivacía. Oyó que, a su espalda, los rociadores de césped se ponían en<br />
marcha, llenaban el aire oscuro con lluvia que caía suavemente y con<br />
regularidad, lavaban las aceras y corrían hasta la calle. Unas gotas de aquella<br />
lluvia mojaban el rostro de Montag.<br />
Le pareció que el viejo le gritaba adiós, pero no estuvo seguro.<br />
Corrió muy aprisa, alejándose de la casa, hacia el río.<br />
Montag corrió.<br />
Podía sentir el Sabueso, como el otoño que se acercaba, frío, seco y veloz,<br />
como un viento que no agitara la hierba, que no hiciera crujir las ventanas ni<br />
desplazara las hojas en las blancas aceras. El Sabueso no tocaba el mundo.<br />
Llevaba consigo su silencio, de modo que, a través de toda la ciudad, podía<br />
percibirse el silencio que iba creando.<br />
Montag sintió aumentar la presión, y corrió.