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Fahrenheit 451 Ray Bradbury Fuego Brillante - Educarchile

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Granger puse el televisor en marcha. La imagen era como una pesadilla,<br />

condensada, pasando con facilidad de mano en mano, toda en colores<br />

revueltos y movedizos. Una voz gritó:<br />

-¡La persecución continúa en el norte de la ciudad! ¡Los helicópteros de la<br />

Policía convergen en la Avenida Ochenta y Siete y en Elm Grove Park!<br />

Granger asintió.<br />

-Están inventándoselo. Usted les ha despistado en el río y ellos no pueden<br />

admitirlo. Saben que sólo pueden retener al auditorio un tiempo determinado.<br />

El espectáculo tendrá muy pronto un final brusco. Si empezasen a buscar por<br />

todo el maldito río, quizá necesitasen la noche entera. Así, pues, buscan<br />

alguna cabeza de turco para terminar con la exhibición. Fíjese. Pescarán a<br />

Montag durante los próximos cinco minutos.<br />

-Pero cómo...<br />

-Fíjese.<br />

La cámara, sujeta a la panza de un helicóptero, descendió ahora hacia una<br />

calle vacía.<br />

-¿Ve eso? -susurró Granger-. Ha de tratarse de usted. Al final de esa calle está<br />

nuestra víctima. ¿Ve cómo se acerca nuestra cámara? Prepara la escena.<br />

Intriga. Un plano largo. En este momento, un pobre diablo ha salido a pasear.<br />

Algo excepcional. Un tipo extraño. No se figure que la Policía no conoce las<br />

costumbres de los pajarracos como ése, de hombres que salen a pasear por<br />

las mañanas, sólo por el capricho de hacerlo, o porque sufren de insomnio. De<br />

cualquier modo, la policía le tiene fichado desde hace meses, años. Nunca se<br />

sabe cuándo puede resultar útil esa información. Y hoy, desde luego, ha de<br />

serles utilísima. Así pueden salvar las apariencias. ¡Oh, Dios, fíjese ahí!<br />

Los hombres que estaban junto a la hoguera se inclinaron.<br />

En la pantalla, un hombre dobló una esquina. De pronto, el Sabueso Mecánico<br />

entró en el campo visual. El helicóptero lanzó una docena de brillantes haces<br />

luminosos que construyeron como una jaula alrededor del hombre. Una voz<br />

gritó:<br />

-¡Ahí está Montag! ¡La persecución ha terminado!<br />

El inocente permaneció atónito; un cigarrillo ardía en una de sus manos. Se<br />

quedó mirando al Sabueso, sin saber qué era aquello. Probablemente, nunca<br />

llegó a saberlo. Levantó la mirada hacia el cielo y hacia el sonido de las<br />

sirenas. Las cámaras se precipitaron hacia el suelo. El Sabueso saltó en el aire<br />

con un ritmo y una Precisión que resultaban increíblemente bellos. Su aguja<br />

asomó. Permaneció inmóvil un momento, como para dar al inmenso público<br />

tiempo para apreciarlo todo: la mirada de terror en el rostro de la víctima, la<br />

calle vacía, el animal de acero, semejante a un proyectil alcanzando el blanco.

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