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Fahrenheit 451 Ray Bradbury Fuego Brillante - Educarchile

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continuo de ardiente líquido. Se produjo un siseo como cuando un escupitajo<br />

cae sobre el hierro ardiente de una estufa, un borboteo y un espumear, como si<br />

se hubiese echado sal sobre un monstruoso caracol negro Para producir una<br />

terrible licuación y un hervor sobre la espuma amarilla. Montag cerró los ojos,<br />

gritó, gritó y forcejeó Para llevarse las manos a los oídos, para aislarse de<br />

aquel ruido. Beatty giró sobre sí mismo una y otra Y otra vez, y, por último, se<br />

contrajo sobre sí mismo como si fuera un muñeco achicharrado y quedó<br />

silencioso.<br />

Los otros dos bomberos no se movieron.<br />

Montag contuvo su mareo el tiempo suficiente para apuntar con el lanzallamas.<br />

-¡Volveos de espaldas!<br />

Ambos obedecieron, con sus rostros totalmente descoloridos y húmedos de<br />

sudor; Montag les quitó los cascos y les golpeó en la cabeza. Ambos cayeron<br />

sin sentido. Ambos permanecieron tendidos y sin movimiento<br />

El susurro de una hoja otoñal.<br />

Montag se volvió y el Sabueso Mecánico estaba allí.<br />

Estaba atravesando el césped, surgiendo de las sombras, moviéndose con tal<br />

suavidad que parecía una sólida nube de humo blanco grisáceo que flotara<br />

hacia él en silencio.<br />

El Sabueso pegó un último salto y cayó sobre Montag desde arriba, con las<br />

patas de araña alargadas y 1a aguja de procaína asomando en su enfurecido<br />

morro. Montag lo recibió con un chorro de fuego, un solo chorro que se abrió en<br />

pétalos amarillos, azules y anaranjados en torno al perro de metal, que golpeó<br />

contra Montag y le hizo retroceder tres metros, hasta chocar contra el tronco de<br />

un árbol; pero no soltó el lanzallamas. Montag sintió que el Sabueso se<br />

apoderaba de una de sus piernas y, por un instante, clavaba su aguja en el<br />

antes de que el fuego lanzara al Sabueso por el aire, hiciera estallar sus<br />

huesos de articulaciones de metal, desparramando su mecanismo interior<br />

como un cohete arrojado en plena calle. Montag permaneció tendido,<br />

observando cómo el aparato se agitaba en el aire moría. Incluso entonces<br />

parecía querer volver junto a el y terminar la inyección que empezaba a causar<br />

efecto en la carne de su pierna. Montag experimentó una mezcla de alivio y de<br />

horror por haber retrocedido justo a tiempo para que sólo su pierna fuera<br />

rozada por el parachoques de un automóvil que pasó a ciento cuarenta<br />

kilómetros por hora. Temía levantarse, temía no ser capaz de volver a ponerse<br />

en pie, debido a su pierna anestesiada Un entumecimiento dentro de otro<br />

entumecimiento, y así sucesivamente...<br />

¿Y ahora ... ?

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