Fahrenheit 451 Ray Bradbury Fuego Brillante - Educarchile
Fahrenheit 451 Ray Bradbury Fuego Brillante - Educarchile
Fahrenheit 451 Ray Bradbury Fuego Brillante - Educarchile
Create successful ePaper yourself
Turn your PDF publications into a flip-book with our unique Google optimized e-Paper software.
La calle vacía, la casa totalmente quemada, los otros hogares oscuros, el<br />
Sabueso allí, Beatty más allá, los otros tres bomberos en otro sitio. ¿Y la<br />
salamandra? Montag miró el enorme vehículo. También tendría que marcharse.<br />
«Bueno -penso-, veamos cómo estás. ¡En piel Con cuidado, con cuidado... Así.<br />
»<br />
Se levantó y descubrió que sólo tenía una pierna. La otra parecía un tronco de<br />
árbol que arrastraba como penitencia como algún pecado cometido. Cuando<br />
apoyó su pie en ella, una lluvia de alfileres de plata le atravesó la pantorrilla<br />
hasta localizarse en la rodilla. Montag lloró. «¡Vamos! ¡Vamos, no puedes<br />
quedarte aquí!»<br />
Las luces de algunas casas volvían a encenderse calle abajo, bien a causa de<br />
los incidentes que acababan de ocurrir, o debido al silencio que había seguido<br />
a la lucha. Montag lo ignoraba. Cojeó por entre las ruinas tirando de su pierna<br />
maltrecha cuando le faltaba, hablando, susurrando y gritando órdenes a aquel<br />
miembro, Y maldiciendo y rogándole que funcionara, cuando tan vital resultaba<br />
para él. Oyó una serie de personas que gritaban en la oscuridad. Montag llegó<br />
al patio posterior Y al callejón. «Beatty -pensó-, ahora no eres un problema.<br />
Siempre habías dicho: "No te enfrentes con un problema, quémalo." Bueno,<br />
ahora he hecho ambas cosas. Adiós, capitán.»<br />
Y se alejó cojeando por el lúgubre callejón.<br />
Cada vez que apoyaba el pie en el suelo, un puñal se clavaba en su pierna. Y<br />
Montag pensó: «Eres un tonto, un maldito tonto, un idiota, un maldito idiota. En<br />
buen lío te has metido. ¿Qué puedes hacer ahora? Por culpa del orgullo,<br />
¡maldita sea!, y del mal carácter. Y lo has estropeado todo. Apenas comienzas,<br />
vomitas todos y sobre ti mismo. Pero, todo a la vez, todo, juntamente, Beatty,<br />
las mujeres, Mildred, Clarisse, Sin embargo, no hay excusa, no hay excusa.<br />
¡Un maldito tonto! Ve a entregarte por propia voluntad.<br />
»No, salvaremos lo que podamos, haremos lo quese deba hacer. Sí hemos de<br />
arder, llevémonos a unos cuantos con nosotros. ¡Ea!»<br />
Recordó los libros y retrocedió. Por si acaso.<br />
Encontró unos cuantos allí donde los había dejado cerca de la verja del jardín.<br />
A Mildred, Dios la bendiga, la habían pasado por alto. Cuatro libros estaban<br />
ocultos aún, donde él los había dejado. Unas voces murmuraban en la noche,<br />
y se veía el resplandor de los haces de unas linternas. Otras salamandras<br />
hacían sonar sus motores en la lejanía, y las sirenas de la Policía se abrían<br />
paso con su gemido a través de la ciudad.<br />
Montag cogió los cuatro libros restantes y cojeó y saltó callejón abajo y, de<br />
repente, le pareció como si le hubiesen cortado la cabeza y sólo su cuerpo<br />
estuviese allí. Algo en su interior le indujo a detenerse y, luego, le abatió.