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Fahrenheit 451 Ray Bradbury Fuego Brillante - Educarchile

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El objeto que él había enviado a rodar con el resplandeció bajo el borde de su<br />

propia cama. La botellita de cristal previamente llena con treinta píldoras para<br />

dormir y que, ahora, aparecía destapada y vacía a la luz de su encendedor.<br />

Mientras permanecía inmóvil, el cielo que se extendía sobre la casa empezó a<br />

aullar. Se produjo un sonido desgarrador, como si dos manos gigantes<br />

hubiesen desgarrado por la costura veinte mil kilómetros de tela negra. Montag<br />

se sintió partido en dos. Le pareció que su pecho se hundía y se desgarraba. -<br />

Las bombas cohetes siguieron pasando, pasando, una, dos, una dos, seis de<br />

ellas, nueve de ellas, doce de ellas, una y una y otra y otra lanzaron sus<br />

aullidos por él. Montag abrió la boca y dejó que el chillido penetrara y volviera a<br />

salir entre sus dientes descubiertos. La casa se estremeció El encendedor se<br />

apagó en sus manos. Las dos pequeñas lunas desaparecieron. Montag sintió<br />

que su mano se precipitaba hacia el teléfono.<br />

Los cohetes habían desaparecido. Montag sintió que sus labios se movían,<br />

rozaban el micrófono del aparato telefónico.<br />

-Hospital de urgencia.<br />

Un susurro terrible.<br />

Montag sintió que las estrellas habían sido pulverizadas por el sonido de los<br />

negros reactores, y que, la mañana, la tierra estaría cubierta con su polvo,<br />

como si se tratara de una extraña nieve. Aquél fue el absurdo pensamiento que<br />

se le ocurrió mientras se estremecía. la oscuridad, mientras sus labios seguían<br />

moviéndose.<br />

Tenían aquella máquina. En realidad, tenían dos. Una de ellas se deslizaba<br />

hasta el estómago como una cobra negra que bajara por un pozo en busca de<br />

agua antigua y del tiempo antiguo reunidos allí. Bebía la sustancia verduzca<br />

que subía a la superficie en un lento hervir. ¿Bebía de la oscuridad? ¿Absorbía<br />

todos los venenos acumulados por los años? Se alimentaba en silencio, con un<br />

ocasional sonido de asfixia interna y ciega búsqueda. Aquello tenía un Ojo. El<br />

impasible operario de la máquina podía, poniéndose un casco óptico especial,<br />

atisbar en el alma de la persona a quien estaba analizando. ¿Qué veía el Ojo?<br />

No lo decía. Montag veía, aunque sin ver, lo que el Ojo estaba viendo. Toda la<br />

operación guardaba cierta semejanza con la excavación de una zanja en el<br />

patio de su propia casa. La mujer que yacía en la cama no era más que un<br />

duro estrato de mármol al que habían llegado. De todos modos, adelante,<br />

hundamos más el taladro, extraigamos el vacío, si es que podía sacarse el<br />

vacío mediante la succión de la serpiente.<br />

El operario fumaba un cigarrillo. La otra máquina funcionaba también.<br />

La manejaba un individuo igualmente impasible, vestido con un mono de color<br />

pardo rojizo. Esta máquina extraía toda la sangre del cuerpo y la sustituía por<br />

sangre nueva y suero.

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