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Fahrenheit 451 Ray Bradbury Fuego Brillante - Educarchile

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había rozado al pasar. Montag miró con incredulidad aquella línea media,<br />

mientras se ponía en pie.<br />

«No era la Policía», pensó.<br />

Miró avenida abajo. Ahora, resultaba claro. Un vehículo lleno de chiquillos, de<br />

todas las edades, entre los doce y los dieciséis años, silbando, vociferando,<br />

vitoreando, habían visto a un hombre, un espectáculo extraordinario, un<br />

hombre caminando, una rareza, y habían dicho: «Vamos a por él», sin saber<br />

que era el fugitivo Mr. Montag. Sencillamente, cierto número de muchachos<br />

que habían salido a tragar kilómetros durante las horas de luna, con los rostros<br />

helados por el viento y que regresarían o no a casa al amanecer, vivos o sin<br />

vida. Aquello era una aventura.<br />

«Me hubiesen matado -Pensó Montag balanceándose. El aire aún se<br />

estremecía y el polvo se arremolinaba a su alrededor. Se tocó la mejilla<br />

magullada- sin ningún motivo en absoluto, me hubiesen matado.»<br />

Siguió caminando hasta el bordillo más lejano, Pidiendo a cada pie que siguiera<br />

moviéndose. Sin darse cuenta, había recogido los libros desperdigados; no<br />

recordaba haberse inclinado ni haberlos tocado. pasándolos de una a otra<br />

mano, como si fuesen<br />

una jugada de póquer o cualquier otro juego que no acababa de comprender.<br />

«Quisiera saber si son los mismos que mataron a Clar¡sse.»<br />

Se detuvo Y su mente volvió a repetirlo.<br />

«Quisiera saber si son los mismos que mataron a Clarisse!»<br />

Sintió deseos de correr en pos de ellos, chillando.<br />

Sus ojos se humedecieron.<br />

Lo que le había salvado fue caer de bruces. El conductor del vehículo, al ver<br />

caído a Montag, consideró instantáneamente la probabilidad de que pisar el<br />

cuerpo a aquella velocidad podía volcar el vehículo y matarlos a todos. Si<br />

Montag hubiese seguido siendo un objetivo vertical...<br />

Montag quedó boquiabierto.<br />

Lejos, en la avenida, a cuatro manzanas de distancia, el vehículo había<br />

frenado, girado sobre dos ruedas, y retrocedía ahora velozmente, por la mano<br />

contraria de la calle, adquiriendo impulso.<br />

Pero Montag ya estaba oculto en la seguridad del oscuro callejón en busca del<br />

cual había emprendido aquel largo viaje, ignoraba ya si una hora o un minuto<br />

antes. Se estremeció en las tinieblas, y volvió la cabeza para ver cómo el<br />

vehículo lo pasaba veloz y volvía a situarse en el centro de la avenida. Las<br />

carcajadas se mezclaban con el ruido del motor.

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