Fahrenheit 451 Ray Bradbury Fuego Brillante - Educarchile
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«Tienes que recordarlo: quémalos o te quemarán -pensó Montag-. En este<br />
momento, resulta así sencillo.»<br />
Buscó en sus bolsillos: el dinero seguía allí. y en otro bolsillo, encontró la radio<br />
auricular normal con, que la ciudad hablaba consigo misma en la fría soledad<br />
de la madrugada.<br />
-Policía, alerta. Se busca: fugitivo en la ciudad. Ha cometido un asesinato y<br />
crímenes contra el Estado Nombre: Guy Montag. Profesión: bombero. Visto por<br />
última vez...<br />
Montag corrió sin detenerse durante seis manzanas, siguiendo el callejón. Y,<br />
después, éste se abrió sobre una amplia avenida, ancha como seis pistas. «A<br />
la cruda luz de las lámparas de arco parecía un río sin barcas; había el peligro<br />
de ahogarse tratando de cruzarla», pensó Montag. Era demasiado ancha,<br />
demasiado abierta. Era un enorme escenario sin decorados, que le invitaban a<br />
atravesarlo corriendo. Con la brillante iluminación era fácil de descubrir, de<br />
alcanzar, de eliminar.<br />
La radio auricular susurraba en su oído:<br />
-...alerta a un hombre corriendo... Vigilen a un hombre corriendo... Busquen a<br />
un hombre solo, a pie... Vigilen...<br />
Montag volvió a hundirse en las sombras. Exactamente delante de él había una<br />
estación de servicio, resplandeciente de luz, y dos vehículos plateados se<br />
detenían ante ella para repostar. Si quería andar, no correr atravesar con calma<br />
la amplia avenida, tenía que estar limpio y presentable. Eso le concedería un<br />
margen adicional de seguridad. Si se lavaba y peinaba antes de seguir la<br />
marcha para ir... ¿dónde?<br />
«Sí -pensó-, ¿hacia dónde estoy huyendo?»<br />
A ningún sitio. No había dónde ir, ningún amigo a quien recurrir, excepto Faber.<br />
Y, entonces, advirtió que desde luego, corría instintivamente hacia la casa de<br />
Faber. Pero Faber no podría ocultarle; sólo intentarlo, sería un suicidio. Pero<br />
sabía que, de todos modos, iría a ver a Faber, durante unos breves minutos.<br />
Faber sería el lugar donde poder repostarse de su creencia, que desaparecía<br />
rápidamente, en su propia habilidad para sobrevivir. Sólo deseaba saber que<br />
en el mundo había un hombre como Faber. Quería ver al hombre vivo y no<br />
achicharrado allí, como un cuerpo introducido en otro cuerpo. Y debía dejar<br />
parte del dinero a Faber, claro está, para gastarlo cuando él siguiese huyendo.<br />
Quizá podría alcanzar el campo abierto y vivir cerca de los ríos o las autopistas,<br />
en los campos y las colinas.<br />
Un intenso susurro le hizo mirar hacia el cielo.<br />
Los helicópteros de la Policía se elevaban desde un punto tan remoto que<br />
parecía como si alguien hubiese soplado una flor seca de diente de león. Dos<br />
docenas de ellos zumbaron, oscilaron, indecisos a cinco kilómetros de