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ARCHIVO GENERAL DE LA NACION
D. Petr.: Si usted se dirigiera a sus paisanos se produjera
usted bien: mas yo le diré con mi tema, que para el
de allá arriba que todo lo puede nada hay imposible, y que
un hombre en su casa puede defenderse contra 20, matarlos
a todos, y quedar ileso. Se prestaría usted mas al convencimiento,
si dijera que los jefes y cabezas del pueblo
haitiano son unos ambiciosos que ningún sentimiento patriótico
anima, unos infames dilapidadores del tesoro nacional:
unos déspotas inmorales que juegan de la vida del
infeliz soldado eomo cosa de poca monta; y por consiguiente,
nada se puede esperar de ellos en un combate contra los
nuestros, que entusiasmados del santo amor de la Patria,
defienden sus vidas, sus familias, sus propiedades, y su religión
santa; en tanto que ellos, cebados en el robo y en el
tormento, por doquiera que intenten realizar sus bárbaros
e injustos designios, hallarán p¡-ecisamente la muerte.
Desengáñese usted, MI'. Angelot, la Providencia se ha
declarado por nosotros y en vano son los intentos de ios
hombres cuando su brazo omnipotente se opone a ellos.
Mr. Del P.: ¡Ay! compadr: siell1jpr sale usted con eso j
tod que dis ese papeluch es por dicir: yo no pued crer un
cose tan inverosímil. Si es ciert su triunf, no pued durar
much si otre man ma poderos no lo coj baje su proteccion.
D. Gir.: ¿Cómo?, ¿cómo es eso, calle usted, qué otra
mano mas poderosa que la de Dios?
Mr. Del P.: Yo quier dicir otr nación. Es precis que tu
COl1veng que nosotre son mas.
D. Ci'r.: Y usted convendrá que los dominicanos deben
ser obstinados en su defensa y esto hace que uno valga por
diez chepitos, y para mayores ventajas nuestras, ustedes están
en manos con los franceses, que es como si dijéramos
mtón en boca de gato: devorados por la guena civil de un
lado y por otro zurrados diariamente por nosotros: la execración
de las naciones todas les persiguen por doquiera, y a
nosotros nos rodean las simpatías de los hombres pensadores,
de los apreciadores justos de los derechos de los pueblos
y de la justa causa que defendemos. Dice usted que si los extranjeros
no nos socorren sucul11\biremos: sólo una cabeza