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374 ARCHIVO GENERAL DE LA NACION
bil, cuyo recato inspira respeto al ente más desalmado, nada
ha puesto freno a la irrupción de esos vándalos feroces re·
cientemente iniciados en la escuela del vicio y de la corrupción.
y sin embargo, esos jefes que después de abusar del
candor de los honrados les han llevado a la facción para dar
a su patria un golpe de rn,uerte, son los primeros que en vergonzosa
fuga, dejan perecer al soldado, abandonan sus heridos
en medio de los bosques, y niegan el deber de la sepultura
a las víctimas de su ambición.
El día 18 del corriente ha huído una columna de 500
hombres en presencia de 126; algunos de sus heridos, recogidos
por la piedad de nuestros bnwos, reciben en el Hospital
Militar los socorros del arte, mientras que las bestias
devoran 27 cadáveres que ellos no se cuidaron de recoger.
Dominicanos! La facción se desmorona en presencia del
patriotismo de los buenos, y de la actividad del Gobierno.
Obra de la mentira, de la iniquidad, y de todas las malas
pasiones, debe estrellarse ante las fuel'zas que proteje ostensiblemente
el Dios de los Ejércitos; empero no se os ha
revelado aún todo el crimen de esos hombres del mal... Sabed
con indignación que los insurrectos han enviado una diputación
a Juana-Mendez cerca del Gobierno haitiano solicitr
do el auxilio del General Decayette para que secunde SUB
intentos, y que estos guarnecen ya sus fronteras con el bárbaro
placer que les causa la ,perspeetiva de esa brecha abierta
en el corazón de la patria, por la mano sacrílega de sus
desnaturalizados hijos! Esta noticia que importa a la nación
entera, procede de comunicaciones oficiales hechas al
Gobierno por los señores Agentes de la Mediación.
El Gobierno que no temblaría delante de toda la facción
armada y de las huestes de Soulouque reunidas, hace
no obstante, un llamamiento al patriotismo de los pueblos de
la República, de los heroicos hijos del 27 de Febrero, para
que conociendo a esos infames agitadores se abracen cordialmente
apercibiéndose contra el enemigo común, que no
puede medrar jamás sino a la sombra de nuestras dis·
cordias.