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DOCUMENTOS PARA LA HISTORIA DOMINICANA 293
Desmentiré, pues, las calumnias para que se evidenc'
que en ellas hay objeto político, no errores ni simples persecuciones
petsonales. Así la sociedad, al sondear el abismo
que están cavando a sus pies los perversos que explotan las
malas pasiones del genel'al Santana, comprenderá que, destruídas
todas las garantías, los derechos individuales y colectivos
van a desaparecE:r ante un despotismo absol'vente;
y que ese despotismo, después de haber asentado, con la torpeza
de sus procedimientos, el absurdo principio de que cada
magistrado es juez competente de su antecesor, busca necesariamente
su propia salvación en la perpetuidad. Es, pues,
la perpetuidad del despotismo lo que pretendo estorbar.
Tras días de paz y libertad es ardua empresa someter
el pueblo al yugo de un bárbaro para hacer posible un cambio
político que dé por resultado en vez de un progreso en el
sentido de la civilización, el retroceso hacia aquellos días luctuosos
en que el orden y el sociego dependen de la absoluta
sumisión a la voluntad de un caudillo, preciso es que la sociedad
se sienta zozobrar en una borrasca. De estas convicciones
emanan los presentes actos de la autoridad, actos cuya
tendencia es hacer creer que el país está en anarquía;
espantar a todos para que sea posible la usurpación, fundándola
en el asentimiento que emane del silencio de pueblos
amedrentados.
Entremos en materia.
Vino a la presidencia de la República el general Santana
por la voluntad de los pueblos, y como tuvo el instinto
de ocultar sus planes mientras se l'ecogían los sufragios y se
le e:ptregaba el mando, no hubo quien se figmara que, ciego
de ambición, pudiel'a convertirse en instrumento de un estrecho
círculo. Es cierto que la mayoría sensata comprendió
en tiempo que unos poco especuladores, tránsfugas de
tod.os los partidos, se apresuraban a manifestar adhesión a
este candidato ostentándose como viles esbirros, y aun como
jurados enemigos de cualquiera otra entidad política; pero
no sospechó nunca que fuera suceptible de entregar los destinos
comunes y los suyos propios a aquellos miserables pl'etendientes,
verdaderos traficantes de patriotismo.