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DOCUMENTOS PARA LA HISTORIA DOMINICANA 73
trastocada como la de usted pudiera dar disparate igual.
No diré que absolutamente no les necesitemos, pues de ellos
depende nuestra prosperidad; ellos son los que deben traernos
la industria; de ellos debemos esperar las artes, las
ciencias, todo lo que pueda contribuir a nuestra progresión;
mas pensar que para defendernos de los ataques de los haitianos
sea preciso buscar ayuda de afuera eso sería desmentir
nuestros triunfos, negarles el valor y la pujanza a nuestros
invictos soldados, el prestigio y la capacidad a nuestros
jefes. En una palabra, y para convencer a usted si al
principio no teníamos ni dinero, ni armas, ni buques de
guerra, ni gobierno establecido; privados de todos los recursos
que son indispensables para el buen éxito de una
revolución, les batimos en cuantos encuentros hubo, teniendo
ustedes un jefe valiente a la cabeza y con prestigio entre
sus soldados (esclavos), ¿con cuanta más veras serán derrotados
ahora que contamos con seis buques de guerra,
quince a veinte mil fusiles, otras tantas lanzas y machetes,
cañones, y que sé yo qué otras tantas cosas más? Oiga MI'.
Del P. mientras más hablan ustedes, más se ven enfangados:
sería bueno COl'tal' esta conversación.
D. Petr.: Vaya pues, que se acabe esa disputa, y lea
usted señor Pandeado, el párrafo de esta carta.
Sr. Pandeado. "El general Morissette, llevó tal fuetazo
en este último combate que del salto fué a parar a los infie'J'nos.
D. Petr.: Ea, señor Pandeado, no estamos chanceando.
Lea con formalidad, o si no leerá Don Cirilo.
Sr. Pand... fué a parar a Mirebalais".
D. Petr.: Ya ustedes ven señores, que no es como dicen
sus periódicos, que Morissette con su valiente ejército
arrolló a nuestras tropas, las que, no pudiendo resistir el
ímpetu del valor haitiano, se pusieron en vergonzosa fuga.
Ah! ah! ah! Escriban hechos más no ilusiones. Los periodistas
haitianos sueñan de noche lo que han de publicar de
día. ¿No le parece mi opinión acertada señor Pandeado?
Sr. Pand.: No me meteré en si es o no cierta: mas díré
que no se duerman sobre sus triunfos. El enemigo vela