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288 ARCmVO GENERAL DE LA NACION
do aseguraros que hasta el presente he cumplido religiosamente
tan sagrado juramento: apelo al juicio imparcial de
mis compatriotas y lleno de confianza en la Divina Providencia
me atrevo a ofreceros que mientras tenga en mis
manos las riendas del Estado mi marcha administrativa
se:v-á siempre la misma, contando para ello, como hasta aquí,
con la cooperación de los verdaderos dominicanos.
Conciudadanos: el Gobierno vela constantemente sobre
todos los asociados, por muy distantes que e encuentren
de la Capital. Hoy tenéis jefes que merecen vuestra confianza
por su conocido amor al orden y a nuestras in tituciones,
y en lo sucesivo tendréis cuantos elem{'mtos sean
necesarios para defender por esta parte la entrada de la
tierra que la Providencia nos dió por patria y que es nuestr:1
propiedad porque la heredamos de nuestl'OS mayores.
Salljuaneros: aún hlIDlea la inocente sangre de los malogrados
Herrera, Suero y Mazó, derramada en este mismo
lugar despiadadamente y hollado así el derecho de la gu€:·
na por el caudillo del ejército inva 01'. Jan á lo olvidéis,
y ved en ese hecho, doloroso para nosotros, una clara lección
de la honible suerte que os tocaría si por desglacia
cayeseis en manos de nuestros encarnizados enemigos. Tened
por cierto que si aquel jefe quisiera llevar adelante su
idea favorita de conquista a pesar de la respetahle mediación
de las naciones amigas, el día del peligro me tendréis
como siempre a vuestro frente para conduciros otra vez a
la victoria, y probarle de nuevo que es más fácil fusilar prisioneros
inermes, que esclavizar a ciudadanos que han saboreado
ya las dulzuras de la libertad.
Compatriotas: unión y constancia: nuestra causa es
justa y el cielo la protege, como ya se ha visto. No desmayemos,
pues que no es de hombres de honor abandonar una
empresa comenzada con tanta gloria, y hacerlo equivaldría
a confesar que somos inferiores a nuestros escarmentados
adversarios. Comparad nuestra suerte con la de ellos: nosotros,
republicanos, libres e iguales todos en derechos; ellos,
vasallos de un soberano improvisado y llorando la pél'dida
de su pasada libertad; y decid si no es preferible mil veces