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DOCUMENTOS PARA LA HISTORIA DOMINICANA 331
que digamos que marchaban con firmeza, y que la vista de
las tropas como que la aumentó en sus pechos, tal vez porque
en aquel solemne momento recordal'on las glorias que
con ellas habían recogido en los campos de batalla, En cuanto
al señol' Ruiz, iba con el valor que inspira la resignación
religiosa. Llegaron, por fin, al lugar de la ejecución: pocos
minutos más, y dejarían de existir; pero alterando el religioso
silencio que reinaba en todo aquel extenso lugar, las
cajas anunciaron la presencia del Ilustre. LIBERTADOR
que corriendo en un hermoso caballo acompañado del señor
Ministro de la Guerra, de su Estado Mayor y de los guías,
salió por la puerta del Conde, saludó a las tropas, se detuvo
un momento en el centro de ellas, corrió luego al lugar en
que se hallaban los reos, colocados ya para la ejecución, y
en nombre del Gobierno, del Senado Consultor 'Y del Ejército,
otorgó el perdón que con tantas lágrimas se había
solicitado.
Difícil. si no imposihle, es describir con fidelidad el
mágieo efecto que en la tropa y en el pueblo produjo aquel
sublime rasgo de piadosa y humana generosidad: sólo diremos
que instantáneamente sucedió a las palabras del
LIBERTADOR una explosión de ¡VIVAS! dirigidGS a él;
vivas que unánimemente salían de todas las alas de las tropas
y de todos los grupos del pueblo; vivas rebozados de
espontaneidad, hijos de una hermosa mezcla de sentimientos
a cual más digno, porque nacían del entusiasmo, la admiración
y la gratitud hacia el hombre humano que acababa
de perdonar a sus enemigos cuando sólo tenían derecho a
unos pocos minutos de vida, al par que de purísima alegría,
de indefinible gozo por la salvación de los reos y el consuelo
de sus familiares. Esos hombres, que desde ese momento
debemos l,lamar dichosos, experimentaron también un
arranque de admiración y gratitud, y sin duda que en aquel
instante no vieron más que el bien inmenso que acababan
de recibir, pues al regresar a su prisión entre la tTopa que
los llevó al cadalso, seguidos de la multitud; no cesaban de
vitorear junto con ésta al generoso LIBERTADOR. Después
de arengar éste a las tropas, y en medio de huevos y