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488 ARCHIVO GENERAL DE LA NACION
olvido de lo pasado, y luego que se hizo cal'gO de regir los
destinos del País, extendió una mano protectora a todo ciudadano
pacífico, cualquiera que fuese su opinión, llevando
la longanimidad hasta el extremo de abrir las puertas de la
Patria, cuantas veces lo permitía su seguridad, a los mismos
que habían huído de ella.
Esta conducta fraternal no fué empero bastante para
hacer deponer sus odios a los hombres inconformes con el
orden. No lo han sido tampoco el ahinco, acierto y buena
suerte con que aquel ha descargado a la República de los
peligrosos compromisos conque una ominosa e infausta Administración,
de que no quiero acordarme, la dejó amenazada:
No han bastado tampoco los esfuerzos hechos por volver
a la desolada Patria, con cuantas medidas le ha sido
posible adoptar, la paz, quietud y prosperidad que el más
inmoral desorden parecía haber alejado de ella para siempre.
No les bastó en fin, el convencimiento de que la Nación
que en masa los había rechazado por sus desórdenes, habría
de volar desde el último de sus ángulos a castigar su
osadía: todo ha sido infructuoso para detenerlos en la pendiente
del crimen, y el plomo homicida atravesó uno de los
pechos valientes del suelo dominicano, y regó con su sangre
las arenas de Com¡postela de Azua.
j Insensatos! j La Nación indignada les ha probado su
antipatía, acudiendo apresurada al llamamiento del Gobierno,
y escarmentándolos instantáneamente! j Gracias pueden
dar a la longanimidad- del Gobierno que quiso reprimir el
entusiasmo patriótico de los valientes defensores del pueblo,
no consintiendo que entrasen a sangre y fuego en el lugar
ocupado por los rebeldes, porque entonces el escarmiento
habría sido terrible!
Dominicanos, sosegad el ánimo, no temáis que los desórdenes
de Azua, se repitan en otras partes, porque estoy
dispuesto a hacer respetar la voluntad nacional; y doquiera
que la hidra de la rebelión intente levantar la cabeza,
allí encontrará mi brazo para ahogarla. El Gobierno vigila
los pasos del corto número de díscolos que desearan turbar
vuestra tranquilidad. Lamentad conmigo que la des-