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152 ARCHIVO GENERAL DE LA NACION
']JOst m(}rlel11" donde le acompañaba la bula de su Santidad
León XII, con plenas y extraordinarias facultades; r como
entonces no hubiese lo que llaman capitulum plenum, y
fuese de necesidad absoluta dejar un Vicario Genel'al Delegado
Apostólico, el señor Portes tuvo la honra de que -e
le escogiese para tan alta y delicada misión.
Desde entonces ha permanecido en esta ciudad, cual
celoso pastor, atendiendo al cuidado espiritual y terreno de
su rebaño, con absoluto desprendimiento de sus mi 'mos intereses.
Desde entonces ha llenado a satisfacción 10 deberes
de su apostólico ministerio, consagl'ado exclushamente
a la conservación del culto, al alivio de la humanidad de '.
consolada, y al ocorro del indigente desvalido.
Los naturales y los extranjeros: los pobl'es y los l'Ícos:
las viudas y los huérfanos: los jóvenes y lo ancianos: todos
han debido al Señor Potes un rasgo de consuelo: todo
en fin han encontrado en él el apoyo de un padre cariñoso,
el de un verdadero prelado, y sus edificantes máximas han
hecho que su nombre sea venerado y que la posteridad 10
trasmita de generación en generación.
Mientras que fué delegado por el Arzobispo Valera, y
en los catorce años que trascurrieron desde su llegada, el
Vicario Portes ha permanecido querido, agasajado y bendecido
de todos, sin más l'emordimientos que los de c1eplo
rar allá en el fondo de su afligido corazón la triste suerte
de su suelo patrio; porque también hay patriotismo donde
hay virtud, y ésta tal vez es una de las que más recomiendan
al señor Portes. El carro de la opresión a que por más
de cuatro lustros estuvo uncido el pueblo dominicano era
asunto que acibaraba sus días; pero COInú los altos juicios
de la providencia son incomprensibles, por un designio especial
de ella, el 27 de Febrero del año pasado de 1844 se
sacudió el yugo tiránico, gracias al arrojo y valentía de sus
hijos, que con denuedo supieron contener su curso. El Dios
de las misericordias, dirigió sus esfuerzos, porque sólo de
este modo se concibe que pudiesen los indefensos patricios
sIToUar vergonzosamente a sus enemigos que superiores en
número les tenían usurpada la joya preciosa de su libertad.