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306 ARCHIVO GENERAL DE LA NACION
de semejante &utoridad? Se necesitarán mas pruebas para
fallar que en estos momentos la República está sometida al
más absurdo despotismo? Soy víc.tima de él y esto sólo basUll'á
para mi más completa justificación.
Los públicos testimonios que de su propia tiranía ofrece
el ciego mandatalio nO pue.den disculparse sino con su no·
toria ignorancia. La historia dirá que en estos días en vez
de mandar obedecia a los ambiciosos que exaltaban su pasiones;
pero como la ignorancia por si sola no puede producir
esa propensión a dañar, ha de buscársela precisamente
en sus malos instintos. Y Santana vendido pOl' dieciseis mil
pesos a un grupo de gente sin fe ni propósitos patrióticos,
que abusan de su ignol'anda y asuzan su rabia ¿ a que puede
parecerse en el mundo ? ..
Esos mentidos amigos que le rodean sin ma objeto que
el de dominar unos días comprenden que estos procedimientos
son contrarios al bienestar común y empañan las pasadas
glorias; pero no hallan otro medio de realizar sus pl·O·
yectos. Les parece ver además le-:antadas ya las picotas
en que expirarían sus maldades si el pueblo despertara de
su estupor, y por eso, siempre traidores, aglomeran sobre
Santana todo el resentimiento de los perseguidos, todo el
odio, toda la responsabilidad, dispuestos a arrojar e a víctima
a la indignación popular si se frustmren sus planes.
Si compartieran con él la responsabilidad sería menos
monstruoso el despotismo, que aparecería entonces como mero
ejecutor de las sentencias de Jos tribunales o de las decisiones
del Congreso, Sería desde luego más acerba la situación
de los perseguidores, porque sería mas difícil comprobar
la iniquidad; pero ellos, en calidad de ministros responsables:
no tendrían seguridad en el caso de que llegue a restablecerse
el imperio de la ley.
No solamente le hacen prescindir de los otros poderes,
le incitan a que mande sobreseer en los juicios y al'bitl'e a su
antojo las penas, sino que le han hecho entender que en uso
de sus facultades extraordinarias no necesita las firmas de
los ministros. Con este cobarde arbitrio, por esquivar la res·
ponsabilidad, han destl'uido la única garantía que en el ejer-