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Varios testigos declararon sobre la acusadora actitud observada por<br />
Potter cuando lo llevaron al lugar del crimen. Todos abandonaron el<br />
estrado sin ser examinados por la de¬fensa.<br />
Todos los detalles, abrumadores para el acusado, de lo ocurrido en<br />
el cementerio en aquella mañana, que todos re¬cordaban tan bien,<br />
fueron relatados ante el tribunal por testi¬gos fidedignos; pero<br />
ninguno de ellos fue interrogado por el abogado de Potter. El<br />
asombro y el disgusto del público se tradujo en fuertes murmullos,<br />
que provocaron una reprimen¬da del juez. El fiscal dijo entonces:<br />
Bajo el juramento de ciudadanos cuya mera palabra está por<br />
encima de toda sospecha, hemos probado, sin que haya posibilidad<br />
de duda, que el autor de este horrendo cri¬men es el desgraciado<br />
prisionero que está en ese banco. No tengo nada que añadir a la<br />
acusación.<br />
El pobre Potter exhaló un sollozo, se tapó la cara con las manos y<br />
balanceaba su cuerpo atrás y adelante, mientras un angustioso<br />
silencio prevalecía en la sala. Muchos hombres estaban<br />
conmovidos y la compasión de las mujeres se exterio¬rizaba en<br />
lágrimas. El abogado defensor se levantó y dijo:<br />
En mis primeras indicaciones, al abrirse este juicio, dejé entrever<br />
mi propósito de probar que mi defendido había realizado ese acto<br />
sangriento bajo la influencia ciega a irres¬ponsable de un delirio<br />
producido por el alcohol. Mi intención es ahora otra; no he de alegar<br />
esa circunstancia. (Dirigiéndose al alguacil.) Que comparezca<br />
Thomas Sawyer.<br />
La perplejidad y el asombro se pintó en todas las caras, sin<br />
exceptuar la de Potter. Todas las miradas, curiosas a<br />
inte¬rrogadoras, se fijaron en Tom cuando se levantó y fue a<br />
ocu¬par su puesto, en la plataforma. Parecía fuera de sí, pues<br />
esta¬ba atrozmente asustado. Se le tomó juramento.<br />
Thomas Sawyer, ¿dónde estabas el 17 de junio a eso de las doce<br />
de la noche?<br />
Tom echó una mirada a la férrea cara de Joe el Indio y se le trabó la<br />
lengua. Todos tendían ansiosamente el oído, pero las palabras se<br />
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