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No lo sé. Es una especie de arco, por supuesto. Y si daba a la<br />
moneda nada más que en el borde, se tiraba al suelo y lloraba,<br />
echando maldiciones. Jugaremos a Robin Hood; es muy divertido.<br />
Yo te enseñaré.<br />
Conforme.<br />
Jugaron, pues, a Robin Hood toda la tarde, echando de vez en<br />
cuando una ansiosa mirada a la casa de los duendes y hablando de<br />
los proyectos para el día siguiente y de lo que allí pudiera ocurrirles.<br />
Al ponerse el sol emprendieron el regreso por entre las largas<br />
sombras de los árboles y pronto desapare¬cieron bajo las<br />
frondosidades del monte Cardiff<br />
El sábado, poco después de mediodía, estaban otra vez junto al<br />
árbol seco. Echaron una pipa, charlando a la sombra, y después<br />
cavaron un poco en el último hoyo, no con grandes esperanzas y<br />
tan sólo porque Tom dijo que había muchos ca¬sos en que algunos<br />
habían desistido de hallar un tesoro cuando ya estaban a dos dedos<br />
de él, y después otro había pasado por allí y lo había sacado con un<br />
solo golpe de pala. La cosa falló esta vez, sin embargo; así es que<br />
los muchachos se echa¬ron al hombro las herramientas y se<br />
fueron, con la convicción de que no habían bromeado con la suerte,<br />
sino que habían llenado todos los requisitos y ordenanzas<br />
pertinentes al oficio de cazadores de tesoros.<br />
Cuando llegaron a la casa encantada había algo tan fa¬tídico y<br />
medroso en el silencio de muerte que allí reinaba bajo el sol<br />
abrasador, y algo tan desalentador en la soledad y deso¬lación de<br />
aquel lugar, que por un instante tuvieron miedo de aventurarse<br />
dentro. Después, se deslizaron hacia la puerta y atisbaron,<br />
temblando, el interior. Vieron una habitación en cuyo piso, sin<br />
pavimento, crecía la hierba y con los muros sin revocar; una<br />
chimenea destrozada, las ventanas sin cierres y una escalera<br />
ruinosa; y por todas partes telas de araña colgan¬tes y<br />
desgarradas. Entraron de puntillas, latiéndoles el cora¬zón,<br />
hablando en voz baja, alerta el oído para atrapar el más leve ruido y<br />
con los músculos tensos y preparados para la huida.<br />
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