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Aquellos fueron días de esplendor y ventura para Tom; pero las<br />
noches eran intervalos de horror; Joe el Indio turbaba todos sus<br />
sueños, y siempre con algo de fatídico en su mirada. No había<br />
tentación que le hiciera asomar la nariz fuera de casa en cuanto<br />
oscurecía. El pobre Huck estaba en el mismo predicamento de<br />
angustia y pánico, pues Tom había contado todo al abogado la<br />
noche antes del día de la declaración, y te¬mía que su participación<br />
en el asunto llegara a saberse, aun¬que la fuga de Joe el Indio le<br />
había evitado a él el tormento de dar testimonio ante el tribunal. El<br />
cuitado había conseguido que el abogado le prometiese guardar el<br />
secreto; pero ¿qué adelantaba con eso? Desde que los escrúpulos<br />
de conciencia de Tom le arrastraron de noche a casa del defensor y<br />
arranca¬ron la tremenda historia de unos labios sellados por los<br />
más macabros y formidables juramentos, la confianza de Huck en el<br />
género humano se había casi evaporado. Cada día la grati¬tud de<br />
Potter hacía alegrarse a Tom de haber hablado; pero cada noche se<br />
arrepentía de no haber seguido con la lengua queda. La mitad del<br />
tiempo temía que jamás se llegase a cap¬turar a Joe el Indio, y la<br />
otra mitad temía que llegasen a echarle mano. Estaba seguro de<br />
que no volvería ya a respi¬rar tranquilo hasta que aquel hombre<br />
muriera y él viese el cadáver.<br />
Se habían ofrecido recompensas por la captura, se ha¬bía<br />
rebuscado por todo el país; pero Joe el Indio no aparecía. Una de<br />
esas omniscientes y pasmosas maravillas, un detecti¬ve, vino de<br />
San Luis; olisqueó por todas partes, sacudió la ca¬beza, meditó<br />
cejijunto, y consiguió uno de esos asombrosos éxitos que los<br />
miembros de tal profesión acostumbran a al¬canzar. Quiere esto<br />
decir que «descubrió una pista». Pero no es posible ahorcar a una<br />
pista por asesinato, y así es que cuan¬do el detective acabó la<br />
tarea y se fue a su casa Tom se sintió exactamente tan inseguro<br />
como antes.<br />
Los días se fueron deslizando perezosamente y cada uno iba<br />
dejando detrás, un poco aligerado, el peso de esas preocupaciones.<br />
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