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Untitled - Edocr

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alimentos. Des¬pués del banquete hubo un rato de charla y<br />

refrescante des-canso bajo los corpulentos y desparramados robles.<br />

Al fin, al¬guien gritó:<br />

¿Quién quiere venir a la cueva?<br />

Todos estaban dispuestos. Se buscaron paquetes de bu¬jías y en<br />

seguida todo el mundo se puso en marcha monte arriba. La boca de<br />

la cueva estaba en la ladera, y era una aber¬tura en forma de A. La<br />

recia puerta de roble estaba abierta. Dentro había una pequeña<br />

cavidad, fría como una cámara fri¬gorífica, construida por la<br />

Naturaleza con sólidos muros de roca caliza que rezumaba<br />

humedad, como un sudor frío. Era romántico y misterioso estar allí<br />

en la profundidad sombría y ver allá fuera el verde valle<br />

resplandeciente de sol. Pero lo im¬presionante de la situación se<br />

disipó pronto y el alboroto se reanudó en seguida. En el momento<br />

en que cualquiera en¬cendía una vela todos se lanzaban sobre él,<br />

se tramaba una viva escaramuza de ataque y defensa, hasta que la<br />

bujía roda¬ba por el suelo o quedaba apagada de un soplo, entre<br />

grandes risas y nuevas repeticiones de la escena. Pero todo acaba,<br />

y al fin la procesión empezó a subir la abrupta cuesta de la galería<br />

principal, y la vacilante hilera de luces permitía entrever los ingentes<br />

muros de roca casi hasta el punto en que se juntaban a veinte<br />

metros de altura. Esta galería principal no tenía más de tres o<br />

cuatro metros de ancho. A cada pocos pasos otras al¬tas<br />

resquebrajaduras, aun más angostas, se abrían por ambos lados,<br />

pues la Cueva de MacDougal no era sino un vasto la¬berinto de<br />

retorcidas galerías que se separaban unas de otras, se volvían a<br />

encontrar y no conducían a parte alguna. Se decía que podía uno<br />

vagar días y noches por la intrincada red de grietas y fisuras sin<br />

llegar nunca al término de la cueva, y que se podía bajar y bajar a<br />

las profundidades de la tierra y por to¬das partes era lo mismo: un<br />

laberinto debajo del otro y todos ellos sin fin ni término. Nadie se<br />

sabía la caverna. Era cosa im¬posible. La mayor parte de los<br />

muchachos conocía sólo un trozo, y no acostumbraba a aventurarse<br />

mucho más allá de la parte conocida. Tom Sawyer sabía tanto<br />

como cualquier otro.<br />

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